Lev 20Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos.

¡Cuántas veces me repites a mi corazón por medio de tu palabra que sea santo! (11:44; 19:2; 20:7). Santificarme en lo que hago, en mí mismo, en mi relación con otros y contigo mismo.

Cada cosa, cada momento es importante en mi santificación y debo tenerla en cuenta. No debo descuidar ninguna palabra, ningún pensamiento.

Hay muchas cosas que debo cortar, muchas que debo eliminar y otras muchas que me faltan por añadir y, ¡Señor, en esta mañana me siento tan ineficaz, veo tanta distancia entre tú y yo, tantas colinas, mares y muros que cruzar!

Por otra parte, dentro de mí, siento un fuerte impulso, un deseo incapaz de resistir. Si quiero una fuerte unión contigo, si tú eres mi fuente de felicidad… y eres santo, apartado de todo mal y único ¿cómo no voy a ser yo santo, es decir, apartarme de todo lo malo y feo a tus ojos y ser solo para ti?

Ayúdame hoy, y mañana, y siempre, a tener todo lo que me rodea como objeto e instrumento de santificación: relaciones con otros, trabajos, lecturas, descansos, sueños…

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