Deu 12Cuidarás de hacer todo lo que yo te mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás.

Me lo repites, Señor (4:2) (Ap. 22:18s), viene constantemente a mi memoria. Necesito recordármelo muchas veces por la facilidad que tengo de añadir o de anular. Obrar bajo mi propio entendimiento o experiencia o la de otros.

Tu palabra es perfecta y suficiente, actual y definitiva; no necesita nada de mí. Solo necesito estudiarla, meditarla y aplicarla, pero reconozco que hay muchos peligros y ataques. Son muchas las voces que me hablan cada día, la de mi corazón que quiere poner sus sentimientos y emociones al mismo nivel, filosofías del mundo que quieren imponer sus razonamientos por encima de los tuyos, los ataques del maligno, que con sus mentiras (Jn. 8:44) (Rom.1:25) quieren degradar tu palabra.

Señor, tienes que hacerme venir ante tu palabra como lo que es, miel al paladar de mi alma (Sal.19:10; 119:103), la dulce voz del amado, el mandato suave de mi Señor (Sal.119:35, 47, 127s), sabiendo que tus cargas no son pesadas, como la de los hombres (Mt. 11:30; 23:4)

Cuanto más me rindo a tu palabra, más suficiente me parece.

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