1 SAMUEL 15 23Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey.

En verdad yo sé bien, Señor, que tú no haces diferencia entre un pecado y otro y que todos, según tu palabra, son igual de graves, que todos y cada uno de ellos merece condenación. Somos nosotros quienes tendemos a hacer diferencias.

Sé que eres severo con quien se obstina en pecar y que en el infierno el castigo será más duro para los incrédulos que rechazaron más oportunidades (Mt. 11:22-24), pero nos engañamos a nosotros pensando que será más blando, más permisivo con algunas de nuestras debilidades, de nuestros pecados, para así poder vivir nuestra vida espiritual algo ligera, menos comprometidos contigo, en otras palabras, haciendo más nuestra caprichosa y deficiente voluntad.

Y esto me puede estar pasando a mí, lo reconozco. Puedo estar condenando duramente la idolatría, el adulterio, la mentira, etc.… sin darme cuenta de que a la vez puedo estar siendo permisivo con la obstinación, la terquedad, la pereza al aplicar tu palabra en los que me rodean y aún peor, de hacerlo en mí mismo.

Tienes que ayudarme, Padre, a ver toda tu palabra igual de importante, todos tus mandatos igual de graves. Ayúdame a luchar contra todos esos pecados con la misma fuerza y seriedad, pensando siempre que ofenderte a ti es ofensa, al fin y al cabo, que lo que a mí me pueda parecer casi imperceptible para ti pueda ser terriblemente grave.

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