MARCOS 13 37Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad.

La exhortación o mandato que nos haces, Señor, con tus propias palabras son claras y las repites muchas veces y en varios lugares “velad, velad y orad”. Vigilar las señales de los tiempos, los cumplimientos de tus promesas o profecías, pero vigilar mis propios hechos, los deseos de mi corazón.

Cada día, este día, debería vivirlo como si fuera “el día”, como si fueras a aparecer detrás de cada una de esas nubes, como si cada sonido del exterior fueran trompetas anunciándote.

Tengo que decirle a mi mente y a mi corazón que velen, que no se duerman ni se entretengan de tal forma en las cosas de este mundo, que se olviden del puesto de vigilancia de mi alma, pues tú puedes aparecer de pronto, por sorpresa y pedirme cuenta de mis negocios, que son los tuyos.

Pero este mandato a velar se lo dices a todos, incluso a los que no son creyentes.

Tengo que ser yo, nosotros tu pueblo, los que llevemos tus palabras, los que mostremos al mundo tu mandato de velar por sus almas.

Señor, ayúdame a cuidar de mí y cuidar de otros, pues es una carga muy grande.

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