JOB 40 4 5He aquí que yo soy vil; ¿qué te responderé? Mi mano pongo sobre mi boca. Una vez hablé, mas no responderé; Aun dos veces, mas no volveré a hablar.

¿Qué podría decir yo ante tus argumentos? Cuando te presentas tú cual eres y como obras (38:1-40:2) ¿qué puedo hacer yo, sino como Job, guardar silencio?

Son muchas veces las que he argumentado contigo y me he atrevido a pedirte razones de por qué y cómo haces las cosas. En ocasiones fue por causa de esta mente mía tan inquisitiva que no para, y otras fue empujado por un deseo de responder a esa gente que me pregunta, que quiere saber, pero no quiere cambiar. Pero confieso que otras veces es porque no comparto lo que haces, me rebelo ante lo que no entiendo de tu obra. ¡Perdóname!

Si es necio preguntar por lo que no podré llegar a asimilar y comprender, es vil y malvado atreverme a decirte cómo debías hacer las cosas, a exigirte yo, que soy barro, que moldees tú, Alfarero, de otra forma.

Gracias Señor por mostrarte a mí como el creador, soberano y redentor, pues aunque no resuelves todas mis dudas sí que me das paz. Aun cuando me siento a veces como navegar en una frágil barca en medio de una oscura y terrible tormenta, al mirarte a ti y saber que no solo manejas la barca, sino que también controlas la tormenta, mi alma reposa y sabe de cierto que llegará a buen puerto.

 Gracias Padre por enseñarme a poner mi mano en mi boca cuando estoy delante de ti.

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