SALMOS 19 10Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; Y dulces más que miel, y que la que destila del panal.

Tu palabra me enriquece y me alimenta, más mucho más que lo que me pueda dar el mundo.

Esto, claro, puedo entenderlo ahora, pues antes de conocerte, Señor, mi hambre, mis deseos eran por las riquezas y manjares de este mundo, sin darme cuenta, que aunque mi mente se llenara de ideas, pensando yo que era oro cuando eran solo plomo con un baño de barniz y mi corazón se alimentara de ideas huecas, llenas de aire, aunque por fuera atractivas y olorosas, que no me saciaban.

Ahora sí, tu palabra es mejor que el oro más refinado (Sal. 119:72, 127), porque me permite conocerte, alcanzar lo más valioso, tu Hijo, el perdón de mis pecados, la esperanza sobre toda esperanza, la seguridad de mi alma.

La escritura, tu aliento (2 Tim.3:16) es mejor alimento que cualquier maná o pan del cielo (Deut.8:3) (Mt.4:4) y más dulce que la mejor miel del panal (Sal.119:3). Adonde iré mejor para enriquecerme y alimentarme sino a la palabra que sale de tu boca.

Es verdad que hay veces que aunque al principio tu palabra es dulce, luego me amarga (Apoc.10:9), pero lo es, como lo es la medicina (Prov.3:8; 4:22).
Gracias Padre por poner tu palabra en mis manos, como en este precioso momento.

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