navidad“Ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor” Lucas 2:11

“El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz" Isaías 9:2

¿Qué significa para nosotros la Navidad? ¿Recordamos en ella la venida de nuestro Señor Jesús a la tierra? ¿Es la época ideal del año para las celebraciones con la familia o con los amigos, y donde tenemos la mejor ocasión para intercambiar regalos, sobrepasando, casi siempre, los límites económicos? ¿Es tal vez una tradición impuesta por la iglesia primitiva que aún se conserva en nuestros días?

Lo que sabemos acerca de esta popular fiesta es que la iglesia primitiva nunca la celebró, ni encontramos ninguna referencia en la Biblia de que los primeros cristianos conmemoraban algo como el nacimiento de Jesús. La enciclopedia Barsa dice: "Esta celebración se generalizo desde el siglo IV. Como no se conoce la fecha precisa del nacimiento de Jesús, la iglesia católica adopto finalmente la fecha del 25 de Diciembre y cristianizo festividades paganas, que en diversos pueblos se celebraban como la fiesta del sol y los carnavales de Saturno".

Jeremías 10:2, 3, 15 dice: "...No sigáis el camino de las naciones...Porque las costumbres de los pueblos son vanidad...vanidad son, obra vana, al tiempo de su castigo perecerán". "En vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, tenéis la tradición de los hombres". (Marcos 7:7,8)

De cualquier matera en este tipo de fiestas la gente no honra el nombre de Jesús, sino que más bien lo deshonra, porque, como ya hemos dicho, no se encuentran garantías en las Escrituras para observar un día específico como el cumpleaños del Salvador y, por consiguiente, su celebración es una superstición y no un mandato divino.

Posiblemente algunos de vosotros no estaréis de acuerdo, cosa que merece todo el respeto del mundo, pero si analizamos la historia nos daremos cuenta que el principal enfoque en la vida del Salvador no fue nacer, sino morir para pagar el precio de nuestro rescate por su sangre en la cruz.

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” Juan 3.16

El Hijo de Dios, el Creador del cielo y de la tierra, el Rey de reyes, el Señor de señores, dejó toda Su Gloria, se humilló hasta ponerse en la condición más débil y humilde. Vino a este mundo en la forma de un niño acostado en un pesebre, tomando el lugar que el hombre le dio y siendo rechazado e ignorado. Herodes incluso quiso matarlo. Pero Dios reveló el incalculable valor de este niño a unos pastores y a unos extranjeros. Así pudieron adorar a Aquel que es el Salvador del mundo, la luz, Cristo, el Señor, “el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”

Estos pasajes de Filipenses, al igual que muchos en Nuevo Testamento, predican al Cristo crucificado como baluarte principal de salvación, por lo cual, lo expuesto anteriormente prueba que el enfoque más importante es su muerte, no su nacimiento. Aunque también es importante saber que Jesús nació y que fue instruido y guardado por el Padre Celestial hasta ser entregado a la muerte como aval por nuestros pecados.

¡Qué gran motivo de regocijo!

"El mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" Juan 1:10- 12

Así, pues, y en mi modesta opinión, si hemos de celebrar el nacimiento del Señor Jesús, démosle las gracias con toda nuestra mente y con toda nuestra alma por haber nacido Él en nuestros corazones, por su gran Obra Redentora y por ser electos de Dios para formar su Santo pueblo, privilegio otorgado a todo aquel que declare que Cristo es su Salvador. Pero, si por el contrario, celebramos la Navidad como tradición religiosa o como fiesta impuesta por los gobiernos y no como verdaderos hijos Suyos, no estamos honrándole, sino todo lo contrario.

Demos gloria a nuestro Rey como Él desea; seamos verdaderos hijos suyos y celebremos la victoria en Jesús. Dejemos las fiestas o las tradiciones populares que la mayoría de las veces son imposiciones para el consumismo de los ciudadanos.

¡A Él sea la Gloria por siempre!

El ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios... Darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Lucas 1:30-31

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