557cc50f53f77 45509 N 11 09 11 0 44 15 Acuérdate de los tiempos antiguos

España está celebrando en este año 2015 el 500 aniversario del nacimiento de Teresa de Ávila (1515-1582). De Ávila por su nacimiento, de Jesús como religiosa y de Cepeda y Ahumada por su familia.

Se han escrito artículos y libros, y supongo que se seguirán escribiendo, sobre su vida y su obra, para niños, para devotos, como novelas históricas y como ensayos de su pensamiento.

La Iglesia Católica está haciendo, claro está, un gran despliegue de información y celebración, aunque se olvida o intenta marginar como mera anécdota el hecho de que en su tiempo fue acusada y su obra literaria prohibida por la terrible maquinaria inquisitorial del catolicismo de la época.

Roma hace santos a los que antes condenaba, pero le cuesta condenar a sus santos caídos. Pero, ¿qué nos dice a nosotros como cristianos evangélicos y qué podemos decir nosotros de ella, después de conocerla? No nos interesa su reforma carmelita de “los descalzos” (más rígidos que los “calzados” liberales), ni sus numerosos conventos fundados (unos 19), ni tampoco el por qué y el cómo llegó a ser declarada santa (beata en 1614, santa en 1622 y doctora de la Iglesia Católica en 1970). Pero sí es importante para nosotros saber que fue parte destacada de la época más extraordinaria para la espiritualidad y las letras españolas. El llamado Siglo de Oro, que según algunos abarcaría desde 1492 (edición de la Gramática Castellana de Antonio de Nebrija) hasta 1681 (muerte de Calderón).

España era en ese momento un imperio político, militar, económico y geográfico que influyó, para bien o para mal, en la creación literaria, musical, arquitectónica y de las artes plásticas, así como en la espiritualidad. (1)

A Teresa debemos colocarla entre el pensamiento y la literatura, en la poesía y prosa espiritual y mística.

En el pensamiento religioso o inquietud espiritual de la época se encontraban tres grupos diferenciados pero a la vez mezclados.

Por una parte estaban los reformados o (como se les conocía en España) luteranos; lo peor de lo peor (2). Después estaban los erasmistas (3), incómodos, incómodos para el catolicismo, la religión única para el estado. Se relacionaron con el protestantismo pero sin romper con Roma (el emperador Carlos I fue erasmista y a la vez represor). Incluimos aquí a los alumbrados (visionarios sinceros o aprovechados), los místicos (que intentaban diferenciarse de los alumbrados, a veces con dificultad, al expresar sus inquietudes y opiniones).

Podríamos incluir también las primeras señales del quietismo (4), judaizantes, gitanos y brujas (que para la inquisición podía abarcar cualquier cosa).

En tercer lugar encontramos a la Inquisición y la Contrarreforma Católica. La Contrarreforma fue la reacción, tras el Concilio de Trento, a la demanda espiritual que se buscaba en la reforma protestante. Pero fue más una reforma exterior, de hábitos, de moral y costumbres, para fortalecer a sacerdotes y obispos. Se animó la fundación de monasterios y conventos, en poco tiempo se igualó el número de monjas al de frailes, pues este era el modo en que se podía manifestar la mínima inquietud y libertad espiritual, pero poniéndolos aun más, bajo la autoridad de los obispos. Se fortaleció la escenografía religiosa en procesiones y fiestas y se inventó, por ejemplo, el Corpus, una celebración netamente anti protestante.

Es en este contexto donde se movió Teresa. Fue molestada por el origen judío de su abuelo, por lo que no estaba “limpia de sangre”, sus visiones y alegría no fueron bien acogidas, tuvo oposición en su orden por querer aplicar las reglas originales de su convento carmelita. Mientras ella fundaba conventos, en Sevilla, monjes del Monasterio de San Isidro del Campo tenían que huir por su fe evangélica (1557), y no fueron los únicos. Ya el mismo Francisco de Borja (1510-1572) comisario general jesuita, representante de la Contrarreforma, que llegó a ser santo (1674), defendió la obra de Teresa como “muro” contra los herejes luteranos. (5)

Era difícil en aquella época ser mujer, tener opiniones propias y además inquietudes espirituales. Todo era sospechoso, un ataque a la unidad política y espiritual; y Teresa estaba en medio de todo eso. Fue reprimida y manipulada en muchos aspectos. Se reconocen censuras y correcciones en sus escritos tras su muerte.(6) Es curioso ver que aun hoy que se escribe tanto sobre su vida, aventuras y desventuras, se analiza poco y no en profundidad su obra. (7)

Es esto, su obra escrita, lo que a nosotros nos interesa. Debemos leerla en el contexto en el que Teresa pensó, habló y escribió. Debemos arrimarnos a Teresa por lo que dijo, cómo lo dijo y cuándo lo dijo, pero no arrimarla a nosotros, respetar lo que fue y lo que es.

Como evangélicos amamos la palabra, la palabra en todos sus sentidos, desde el “Logos” encarnado, la palabra divina, a la letra impresa. Dios nos ha dado una mente analítica, un raciocinio que debemos cultivar. Y tenemos el privilegio de tener unos clásicos españoles, una literatura extraordinaria y hermosa de la que Teresa formaba parte.

Escribió varios libros que no pudo publicar en vida, además de algunos poemas y multitud de cartas de las que se conservan unas quinientas. Curiosamente fue nuestro apreciado fray Luis de León quien se atrevió a revisar y editar su obra en 1588. Son más conocidos entre nosotros sus poemas, algunos incluso son cantados en nuestros cultos como “Nada te turbe” o “Eleva el pensamiento” en la versión evangélica. Estoy seguro que podríamos identificarnos en expresiones como…

…Vuestra soy, pues me criaste;

vuestra, pues me redimiste;

vuestra, pues que me sufriste;

vuestra, pues que me llamaste;

vuestra, pues me conservaste;

vuestra, pues no me perdí.

¿Qué mandáis hacer de mí?...

«Vuestra soy»

 

…En la cruz está la vida

y el consuelo

y ella sola es el camino

para el cielo…

«La Cruz»

 

…Cuán grande contentamiento

se ofrece morir en cruz

por darnos a todos luz

con su gran sufrimiento.

¡Oh, glorioso vencimiento!...

«Ya no durmáis»

 

…En Cristo mi confianza,

y de Él solo mi asimiento

en sus cansancios mi aliento

y en su invitación mi holganza…

«Aspiraciones»

 

Es en las poesías y en sus cartas donde es más ella, más íntima y menos manipulada. Aun en vida ya tuvo que cambiar mucho de su primer libro «El Libro de la Vida» por recomendación (o presión) de sus confesores, para evitar en lo posible problemas con la Inquisición, y eso que solo circulaban un par de copias manuscritas. Tras su muerte nos quedan dudas de cuánto más fue censurado. Aun así, fue para ella una confesión liberadora, al estilo agustiniano, que parece que leyó (cap. 9.7).

«Todo aprovecha poco si, quitada de todo punto la confianza de nosotros, no la ponemos en Dios» (cap. 8.13).

En este libro se puede ver que tras varias experiencias y enfermedades tuvo una especie de conversión a los 39 años, aunque unida a votos monásticos y visiones.

«Camino de perfección» fue escrito pensando en las monjas tras la inauguración de su primer convento. En él trata de la oración, que no rezos, de cómo ejercerla. Este simple descubrimiento de orar libre y en silencio y no quedarse en “recitar rezos”, fue una conquista inimaginable en su época que confundió a muchos.

Justifica la fundación de sus conventos, entre otras cosas, por los desmanes de los luteranos (cap.1.2, 3.1) que han caído por huir de la oración (cap.38.6) y profanar la eucaristía (cap.58.2). En otro lugar dice que por huir de las imágenes (Cuentas de conciencia 63).

Hay que tener en cuenta que fue muy influenciada y a la vez atacada por los jesuitas, hasta que entró en la protección e influencia de Francisco de Borja (1510-1572) general de la orden.

«Meditaciones sobre el libro de Cantares», es un claro ejemplo de lo que para ella era la oración y su unión mística con Cristo. Toma solo unos versículos para expresar lo que siente. No hay mucho para nosotros.

«Moradas del castillo interior», es una curiosa alegoría sobre un castillo al que se entra por la puerta de la oración y cruzando las diferentes moradas o estancias y luchando contra pecados mortales y veniales y otras dificultades, se pueda llegar a la séptima morada, que es la alcoba del Rey, desde donde gobierna, y así alcanzar la unión del alma con él. Incluso hace diferencia entre unión espiritual y matrimonio espiritual, citando 1 Corintios 6:17 y Filipenses 1:21.

«Exclamaciones» o «Meditaciones del alma a su Dios», como lo llamó Fray Luis de León, es interesante por las muchas citas bíblicas. ¿Leyó Teresa las Escrituras o son solo citas transmitidas? No es del todo claro, pero son luces que le ayudaron en su vida interior. Lo que sí es seguro es que no pudo decir que tuvo una en su biblioteca, pues estaba prohibido.

«¡Oh que recia cosa os pido, verdadero Dios mío; que queráis a quien no os quiere, que abráis a quien no os llama, que deis salud a quien gusta de estar enfermo y anda procurando la enfermedad! Vos decís, Señor mío, que venís a buscar a los pecadores. Estos son los verdaderos pecadores. No miréis nuestra ceguedad, mi Dios, sino a mucha sangre que derramó vuestro Hijo por nosotros…»

No soy teresiano, no veo la vida de una manera mística y por supuesto me repelen sus visiones de Cristo, santos y sapos, arrebatos y algunos, no ella, dicen que levitaciones…, pero disfruto leyéndola.

Fue capaz, en una época tan dura, de ser más ella misma, «Huyendo del mundo se pueden hallar más mundos… ver con el alma sin ver con el cuerpo» (Vida 7.2).

Me entristece lo que han hecho con ella, mutilando su cuerpo para llevarse manos y dedos como reliquias. ¿Qué no habrán hecho con su obra literaria?

Escribió mucho y lo hizo bien y algo de todo ello puede ser de beneficio.

Fue creyente y lo fue quizá de una manera bíblica, pero fue católica, con más errores que aciertos; sin embargo como escribió mucho y lo hizo bien, y mucho desde el corazón, algo de todo ello puede ser de beneficio si se sabe discernir y se la deja en su lugar.

 

NOTAS

1. Quién no ha oído hablar, solo en la literatura de Garcilaso de la Vega, J.L. Vives, Francisco de Quevedo, Baltasar de Gracián, Miguel de Cervantes, del que también se celebra este año 2015 el IV centenario de la 2ª parte del Quijote. Lope de Vega, Lope de Rueda, Calderón de la Barca, Tirso de Molina… entre otros, así como obras anónimas como «La Celestina» o «El Lazarillo de Tormes».

2. Como evangélicos deberíamos conocer y leer más a los reformadores españoles, casi más conocidos, algunos de ellos, fuera de España que dentro, como pueden ser: Juan de Valdés, Constantino Ponce de la Fuente, Pedro Cazalla, Carlos de Seso, Domingo de Rojas, Juan Sánchez, Julián Hernández, Bernardino Ochino, Casiodoro de Reina. Cipriano de Valera, Antonio del Corro, Francisco de Encinas… por nombrar a algunos.

Recomiendo leer sus obras. Mirad en Editorial Eduforma o wwwmemoriaprotestante.com, para saber más.

3. Discípulos de D. Erasmo de Rotterdan (1466-1536), el cual buscó una reforma de la Iglesia Católica, pero sin revolución, desde una posición humanista y anti escolástica. Editor del Nuevo Testamento Griego, el cual fue base para muchas traducciones. Su libro “Del soldado Cristiano” fue quizá, el más representativo.

4. Su mayor representante sería Miguel de Molinos (1640-1697) que con su «Guía espiritual» influyó tanto a protestantes como a católicos.

5. José Luis Obizola, en su libro «Los amores de Teresa» (Planeta 1992), se atreve a decir con toda tranquilidad que “la reforma del Carmelo libró a luteranos del infierno” (pág. 81).

5. Ver por ejemplo la introducción al «Libro de la Vida» (pág. 127) en sus Obras Completas B.A.C. 1977 que son las que yo leo y consulto.

7. Aquí puedo presentar las últimas que yo he leído:

- «Y de repente Teresa» de Jesús Sánchez Adalid. Círculo de Lectores 2015. Novela histórica sobre la Investigación inquisitorial.

- «Para vos nací» de Espido Freire. Ariel 2015. Ha dividido la vida, obra y carácter de Teresa en 31 días y temas. Hay cosas, aunque pocas, que no comparto.

- «La lengua en pedazos» de Juan de Mayorga.

Se pueden incluir también:

- «Los amores de Teresa de Jesús» de José Luis Olaizola. Planeta 1992. Novela histórica, centrada en los personajes que se cruzaron en su vida.

- «Teresa, Mon amour» de Jesús Cotta. Mano Azul 2008. Recopilación muy limitada de pensamientos.

- «Debajo de los pies» de Eduardo T. Gil de Muro. San Pablo 1993. Carmelita él mismo.

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