1 Colosenses 3

ropaEsta misma pregunta nos hacemos muchos cada mañana para salir a clase o al trabajo. Es una pregunta que tiene fácil respuesta cuando tenemos la obligación de llevar un uniforme, pero que se puede complicar (en especial a ciertas personas) si tenemos que adivinar el tiempo que va a hacer, elegir la ropa que mejor nos sienta o escoger entre la poca que nos queda limpia.

Nos podemos hacer esta pregunta en ocasiones muy diferentes: al salir de la ducha con prisas un día de diario, para ir a una boda, salir al cine, para ir a la iglesia, al campo, a la playa... Parece obvio que no nos vestiremos siempre igual. Quien no tenga claro si ponerse un chándal para ir a una boda, probablemente esté más seguro de no ponerse un traje de buzo para salir de compras.

La ropa que llevamos varía según la ocasión, pero también según la persona que seamos: de nuestra profesión, nuestro carácter, etc. En el capítulo 3 de Colosenses (versículos 1 a 17) se nos habla de un cambio de vestiduras acorde a un cambio de identidad. Veremos a lo largo de varios estudios este pasaje con mayor profundidad, pero por ahora prestemos atención al símil de la ropa que utiliza el apóstol Pablo, para entenderlo mejor:

Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria. Haced morir, pues...

...habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos. Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados,...

Empezando por el final, podemos leer una frase fácil de entender: vestíos como escogidos de Dios, santos y amados. Si volvemos a leer un poco más atrás, dice que el vestido o “revestimiento” es del “nuevo hombre”, y que se va renovando a la imagen de Dios. Estamos hablando entonces de “ropa” nueva. No solo nueva, sino cada vez más nueva; y siguiendo un patrón, el de Dios. Es decir, la ropa que dice Pablo que hay que ponerse es la que nos hace más como Dios. Además, es ropa universal, parecido a un uniforme, porque siguiendo ese patrón nos hace a todos iguales (3:11).

Y esta ropa, ¿se la pone uno tal cual? Si seguimos leyendo hacia atrás, se nos dice que antes de vestirse del “nuevo hombre” primero hay que despojarse del “viejo”. Esto es algo tan lógico como no ponernos la ropa encima del pijama. Primero nos quitamos la ropa que no vale, y luego nos vestimos como hemos visto.

¿Y por qué hay que cambiar de vestimenta? Nos vestiremos así si esa es nuestra identidad. Igual que una persona no se pone el uniforme de policía si no es policía, no tiene sentido que nos vistamos “como escogidos de Dios” si no lo somos. Los disfraces existen: uno puede ponerse un disfraz de policía, pero Pablo no está hablando de ponernos un mero disfraz, sino de llevar puesta la ropa que nos corresponde. Si eres un “nuevo hombre”, vístete como tal.

¿Cómo sabemos si nos corresponde llevar una u otra ropa? ¿O qué es un nuevo hombre? En los primeros versículos del capítulo, se nos explica la condición para llevar esta vestimenta: si “habéis resucitado con Cristo” (3:1) y “porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (3:3). En ambas condiciones está Cristo como centro del cambio. Sólo cuando nuestras vidas le pertenecen a Cristo, sólo cuando hemos muerto y resucitado en él seremos hechos nuevos. (Quien quiera entender mejor esta otra imagen de resurrección en Jesús puede leer las palabras también de Pablo en Romanos 6) El resultado de esta nueva relación entre Dios y nosotros debe ser el de buscar y poner la mira en “las cosas de arriba” (3:1 y 2) y no “en las de la tierra”, vistiéndonos como corresponde.

Para responder satisfactoriamente a la pregunta inicial ¿qué me pongo? tenemos sólo dos opciones disponibles, en este plano espiritual:

  1. No ponernos nada, seguir con la ropa que llevamos por defecto, la del viejo hombre. Si hemos recibido esa nueva vida en Cristo, no llevamos la ropa adecuada; si no, vamos “bien” vestidos, pero en ningún caso con la ropa deseable.
  2. Cambiarnos, ponernos la ropa del nuevo hombre, la nueva, la buena. Es recomendable hacer esto último, pero con discernimiento, porque Dios sabe diferenciar bien los disfraces del modelo auténtico al que se parecen.

Llegados a este punto nos tiene que quedar claro lo siguiente: si bien es importante elegir bien la ropa y vestirse, es de vital importancia conocer quienes somos primero. Es vital resucitar en Cristo, creer y ser salvos en él. Lo que sigue a continuación, todos los detalles de una buena vestimenta, sólo tiene verdadero sentido para aquellos que han puesto su fe en Jesús.

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