el mayor desafo 9 638Nacida en Ciudad Real, pertenezco a una familia de clase media, fui educada durante 11 años en un colegio de monjas, en el cual creo que recibí una buena formación aunque más tarde me diese cuenta de sus deficiencias en el aspecto religioso o espiritual.

Mi familia también ha sido de creencias católico?romanas, pero no excesivamente practicante, quizá, según mi apreciación a veces de formaun tanto supersticiosa.

Cuando tenía 17 años, mi hermana mayor, que por aquel entonces ya había profesado ser creyente evangélica, me invitó al primer campamento que se iba a realizar, organizado por la iglesia evangélica en Ciudad Real, concretamente a unos 2 Km, de la ciudad, fue durante la feria de Ciudad Real y sin pensarlo accedí a estar esos días entre jóvenes de la iglesia,
entre ellos, mis antiguas vecinas Manuela y Maria Eugenia, fueron días de descubrir muchas cosas que no conocía, como los diez mandamientos tal y como vienen en la Biblia, mi sensación fue que todo lo que hablaban lo buscaban en la Biblia y eso me convencía.

Tras el campamento seguí asistiendo a las reuniones en la iglesia y leyendo libros que me regalaron, la revista “El Heraldo” y tomando conciencia de que aunque yo había sido bautizada, criada en un colegio religioso, hecho la comunión, no había conocido la Verdad de la Biblia; que todos somos pecadores, que merecemos el infierno y que sólo hay una salida, la Cruz de Cristo y solamente la Cruz de Cristo, sin más añadiduras, que aunque nos esforcemos no podemos hacer.

El siguiente campamento se realizó en Semana Santa, unos 8 meses más tarde y el último día, el pastor en la iglesia, predicó sobre 1ª Tesalonicenses 5, sobre la venida de Jesús “como ladrón en la noche”, nadie sabe cuando vendrá y yo sentí que no estaba preparada para su venida. Pasó esa noche y al día siguiente sentí que debía confiar plenamente en Cristo, para perdón de mis pecados y saber que cuando él venga, yo estaré con él.

Hasta ahora, sigo en el camino, con altibajos, aunque aparentemente mi vida es muy regular, cada persona se conoce y sólo podemos decir “prosigo al blanco” al “fin de la meta”, con tropiezos, pero puesta la confianza en que al fin seremos vencedores en Cristo Jesús, el autor y consumador de nuestra fe.

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