gloriaIntroducción

En nuestra última reunión estuvimos viendo el personaje de María Magdalena, y hoy veremos un grupo de mujeres que de algunas solo se menciona su nombre y, de otras ni siquiera eso. Pero son dignas de ser estudiadas y meditadas porque en primer lugar están en la Escritura, y en segundo lugar son de mucha enseñanza y edificación.

Las que se mencionan por nombre las veremos de una en una, y el resto en conjunto, ya que todas pertenecían al mismo grupo de mujeres que creyeron, siguieron y sirvieron al Señor.

Comparación de los cuatro evangelios

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Casi siempre hemos pensado que Jesús iba con sus 12 apóstoles y que nadie más iba con él de manera regular, pero de estos pasajes se destaca la gran compañía de mujeres, que dice que había muchas. No sabemos exactamente el número, pero no eran unas cuantas, no eran pocas. Nadie puede decir que las mujeres no son parte del ministerio de Jesús. Tenían otros roles diferentes a los hombres, pero allí estaban siguiendo a Jesús desde Galilea (Lucas 8:1-3).

Ahora vamos a ir viendo una a una de lo poco que se dice de ellas, y luego veremos las características de todo el grupo, en conjunto.

María Magdalena

María Magdalena ya la vimos en la reunión anterior, así que no la estudiaremos en esta tarde. Notad que es la única que se menciona en los cuatro evangelios.

María

María, madre de Jacobo y José, aquí tenemos que distinguir a este Jacobo, llamándole “el menor” (Marcos 15:40) para diferenciarlo del otro Jacobo también apóstol, que era más cercano al Señor y estaba en el grupo de los tres íntimos (Pedro, Jacobo y Juan). Este Jacobo el menor, fue apóstol de Cristo (Mateo 10:3), y era hijo de Alfeo (Cleofás). Este Cleofás era uno de los dos acompañantes que caminaron con el Señor en el camino a Emaús (Lucas 24:18). Por lo tanto esta María, era mujer de Cleofás (Alfeo) y madre de Jacobo el menor y de José.

Salomé

Pasemos a Salomé, solo Marcos da su nombre, Mateo la distingue como la madre de los hijos de Zebedeo, y Juan como la hermana de la madre de Jesús. ¿Quién era esta Salomé? Según Mateo 4:21, Zebedeo era el padre de Jacobo y Juan, que fueron llamados a ser apóstoles. Zebedeo era pescador y sus hijos también, pero según el relato del llamamiento de Jesús a sus hijos, ni Zebedeo ni su esposa, se opusieron a que siguieran a Jesús. Al contrario, ellos mismos fueron discípulos de Cristo, y ella siguió al Señor desde Galilea con las otras mujeres.

Esta Salomé fue la que le pidió al Señor que le concediera que sus dos hijos se sentaran uno a la derecha y el otro a su izquierda en el reino de los cielos (Mateo 20:20-28; Marcos 10:35-45).

Por conclusión, si Salomé era la hermana de María, la madre de Jesús, entonces, era la tía carnal de Jesús, y Jacobo y Juan eran primos de Jesús.

Juana

Esta mujer, Juana, no se menciona en los relatos de la crucifixión de Jesús, lo que no quiere decir que no estuviera presente, porque aunque solo menciona a cuatro por nombre, dicen los evangelios que había muchas otras, y Juana fue testigo de la tumba vacía (Lucas 24:10). Luego, lo más probable es que estuviera también con las otras mujeres a los pies de la cruz.

¿Quién era esta Juana? Lo único que sabemos es que era la mujer de Chuza, intendente de Herodes (Lucas 8:3), el jefe superior económico, el tesorero de Herodes. No sabemos si Chuza era creyente o no, pero si no lo era no se opuso a que Juana siguiera al Señor y le sirviera con sus bienes.

Pertenecía a una clase y a una posición social muy alta, sin embargo no le importó dejar sus comodidades y buena vida en palacio para andar cientos de kilómetros por caminos polvorientos, sirviendo a un grupo de hombres, sin poder incluso reposar en una cómoda cama. Pero Juana estuvo dispuesta a dejar todo este bienestar y seguridad por seguir a aquel que la había salvado y sanado. Aquí tenemos un buen ejemplo de lo que significa perder el mundo para ganar tu alma.

No sabemos cómo fue el encuentro que tuvo con Cristo, pero probablemente pudo oír acerca de Él a través de Juan el Bautista cuando lo encarcelaron.

Susana

Susana es una incógnita, porque solo se la menciona aquí en toda la Biblia. Quizás era tan conocida en la iglesia primitiva que por eso con mencionar su nombre ya sabían a quién se referían, sin necesidad de decir si tenía hijos o si era la mujer de tal hombre.

Muchas otras anónimas

Además de mencionar a todas estas mujeres por nombre, había una gran compañía de mujeres anónimas que respondieron personalmente a Jesús y le siguieron. Son anónimas para nosotros pero no para el Señor. Él las conocía por nombre a cada una de ellas, sabía de sus vidas y necesidades, al igual que sabe de las nuestras, y eso es lo importante, que somos conocidas por nuestro Señor aunque no lo seamos ante las multitudes.

Lecciones para nosotras

Jesús alcanzaba a todo tipo de personas socialmente hablando, de todos los niveles sociales. Entre estas mujeres vemos a mujeres humildes trabajadoras como Salomé, que era mujer de un pescador. También tenemos a Juana, que hoy día sería la mujer del ministro de economía, más o menos. No tenemos que hacer acepción de personas, sean quienes sean, pobres, ricas, humildes, en posición de poder, de una cultura u otra. Cuidémonos de tratar a todos como pecadores que necesitan el perdón y la salvación de Dios.

En el ministerio de Jesús había muchas mujeres. Nadie puede decir que las mujeres no son parte del ministerio de Cristo. Estas proveyeron de comida, dinero, ropa etc. y lo hicieron de sus posesiones y recursos. Atendieron a los discípulos y a Jesús desde Galilea a Jerusalén, pasando por pueblos y ciudades, un largo camino. Era un grupo maravilloso. Quizás su labor no era tan visible a simple vista, pero allí estaban dando lo máximo de sí mismas y fieles hasta el fin.

Fueron muy valientes al seguir al Señor hasta la cruz. ¿Dónde estaban los discípulos excepto Juan? ¡Escondidos! Huyeron y corrieron por temor a ser cogidos y matados como al Señor Jesucristo. Pero este grupo de mujeres, como un ramo de flores unidas, siguieron al Señor, primero de lejos con prudencia, pero luego fueron atraídas hasta la misma cruz. No temieron ni a los judíos, ni a los soldados romanos, toman ánimo y coraje y están dispuestas a perder su vida por aquel que tanto había hecho por ellas.

Otra de las características de estas mujeres piadosas era su lealtad compasiva. Las mujeres tenemos una capacidad increíble para ser leales y compasivas, que los hombres no tienen. No les importó que las identificaran con el Cristo crucificado, que había sido insultado y ridiculizado. Su lealtad hasta el final es ejemplar.

El Señor les dio el privilegio de ser las primeras testigos oculares de su muerte y su resurrección. Cuando los hombres estaban escondidos y temerosos, allí estaban ellas al pie del cañón.

Siempre estaban sirviendo, servían a Jesús y los discípulos por el camino con sus bienes y proveyendo de comida y todo lo que necesitaban. Servían a Jesús cuando estaban al pie de la cruz, no querían dejarle solo y estaban preocupadas por su cuerpo y cómo poder bajarlo de la cruz. Cuando fueron el primer día de la semana a la tumba era para servir al Señor ungiéndole con especias aromáticas. Es como si nunca descansaran. Lo hicieron como una muestra de gratitud y amor al Señor. Quizás su servicio no era tan público o vistoso como el de los apóstoles cuando fueron enviados a predicar, pero sin su trabajo y servicio no hubieran hecho los discípulos lo que hicieron.

Ahora bien ¿cómo eres tú? ¿es tu amor y fidelidad a Cristo tan grande que no te importa el coste, no te importa lo que digan los demás, no te importa que tengas que sufrir por Él? ¿Cómo es tu servicio, qué estás haciendo para la obra de Dios? ¿Hasta dónde llega tu compromiso con el Señor? Este grupo de mujeres, muchas de ellas anónimas son un reto para todas nosotras y quiero que nos reflejemos en ellas y analicemos nuestro corazón y nuestro servicio al Señor.

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