el plan de diosEn la lección anterior vimos como la desobediencia de Adán y Evaoriginó graves y trágicas consecuencias para el ser humano: la separación de Dios, la caída de la posición en la que se encontraba y la maldición sobre todo el planeta. La pregunta que planteamos entonces es: ¿Tuvo Dios que activar un plan B o modificar sus planes a raíz de lo sucedido en el Edén? ¿Fue lo ocurrido un imprevisto y Dios actuó sobre la marcha?, o más bien, ¿Dios decretó —ordenó— todos los eventos de principio a fin? En las palabras de Robert Reymond: “Sería un Dios irresponsable, sino irracional, aquel que crease el mundo y dirigiera el curso de sus eventos sin un plan previo o un propósito detrás de dicha actividad; o quien no lo dirigiera para nada”.(1)

Debemos recordar que Dios es omnisciente (todo lo sabe), soberano (dirige todas las cosas según su perfecta voluntad) y omnipotente (tiene el poder de realizar todo aquello que desee) “conforme al propósito del que hace todas las cosas según su voluntad” (Ef. 1:11). Dios no es un mago poderoso que mira el futuro y actúa según lo que ve, amoldándose a las circunstancias; nada más lejos de la realidad. Antes de que el tiempo existiera, cuando Dios decidió crear el universo y todo lo que en él hay, lo hizo siguiendo un plan determinado con un principio y un final inamovible. El Dr. Reymond nos vuelve a recordar que “nunca hubo un momento en el que Dios tuviera una mente en blanco o un tiempo cuando los planes de Dios con todas sus partes no estuviera completamente decidido [...] él ha tenido siempre el plan”.(2)

Algunos han objetado a esta doctrina diciendo que si Dios ha ordenado todas las cosas: A) Dios mismo es responsable del pecado, y B) El ser humano no es libre. Antes de responder a estas objeciones debemos recordar que estamos pisando terreno sagrado, pues estamos intentando comprender la mente de Dios, sus razones y sus planes; tarea completamente imposible de realizar por criaturas finitas como nosotros. Lo máximo que podemos hacer es acercarnos a la boca del acantilado y perder nuestra mirada en lo infinito. Necesitamos reconocer que no podemos tener un conocimiento completo ni de Dios, ni de su actividad, y que esa humildad nos lleve a recibir por fe lo que las Sagradas Escrituras afirman.

Sabemos que Dios no es el autor del mal ni se deleita en él: “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” (1 Jn. 1:5). Dios creó seres morales —ángeles y hombres— que a su vez fueron autores del pecado. Tenemos que distinguir entre aquello que Dios ha creado y aquello que Dios ha permitido. Algunos teólogos nos hablan de decretos activos y decretos pasivos. Por qué Dios permitió la entrada del mal en un universo bueno es un misterio, pero tenemos razones de sobra para creer que si lo permitió es por motivos justos, santos y perfectos, de acuerdo a su propia naturaleza. Citando a Louis Berkhof: “Dios decreta sostener su libre existencia [de los seres morales], regular las circunstancias de sus vidas, y permitir a esos seres esforzarse en una multitud de actos, algunos de los cuales son pecaminosos. Él permite, por motivos santos y buenos, que esos actos ocurran, pero él no decreta producir de forma eficaz deseos o decisiones pecaminosas. El decreto respecto al pecado no es activo, sino permisivo, o un decreto que permite, en distinción a un decreto que produce pecado por eficacia divina”.4

Sabemos, también, que el hombre es libre —aunque afectado por el pecado— a la misma vez que Dios es Soberano. Dios ha ordenado todo aquello que va a pasar sin violentar nuestro libre albedrío, de hecho, Dios ha incluido nuestros actos en su plan, de modo que, de una forma misteriosa para nosotros, nuestros actos y decisiones —los medios— colaboran con el plan divino, aunque nada de lo que hagamos puede variar o frustrar sus planes. Vemos varios ejemplos de esto en las Escrituras: Cuando José se da a conocer a sus hermanos —los que le vendieron a los ismaelitas que iban a Egipto— les dice: “no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros […] para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación. Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto” (Gn. 45:5-8). Dios utilizó los actos y decisiones malvados de los hermanos de José para cumplir un propósito anticipado de bendición y protección a lo que luego sería la gran familia judía.

Cuando Pablo sufre una terrible tempestad en el mar y está a punto de naufragar, se puso en pie en medio de la tripulación y les dijo: “os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros” (Hch. 27:22). Pero, ¿qué ocurre? que algunos marineros, pensando que ya estaban cerca de tierra procuraban huir y el apóstol les tiene que advertir: “Si estos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros” (v. 31). Tan cierto como que la tripulación sería salva, era igual de cierto que para asegurar ese fin los marineros debían permanecer a bordo. Aquí vemos de nuevo los medios y los fines cooperando para un mismo propósito.

El apóstol también nos habla en Efesios capítulo 3 del “propósito eterno” de Dios: “y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús Señor nuestro.” (3:9-11). La palabra original en griego traducida como propósito, puede traducirse también como plan (el plan eterno de Dios) y esta palabra, además, está en singular; Dios tiene un solo plan aunque contenga diferentes partes en el mismo.

plan divinoLa persona y obra de nuestro Señor Jesucristo son el centro del plan divino. El verbo traducido como hacer significa cumplido o efectuado: “que hizo en Cristo Jesús Señor nuestro”. El mismo concepto es expresado por Pablo al comienzo de su carta a los Efesios; “dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra” (Ef. 1:9-10). Podemos ver claramente que el plan de Dios —que gobierna todas las cosas en el cielo y en la tierra— quiere reunir (cumplir) todas las cosas en Cristo. “Cristo, como el Alfa y Omega de Dios, está en el principio, el centro, y el final de su propósito eterno”.3

Este plan eterno está dirigido a nosotros los creyentes. Fijémonos que es “por medio de la iglesia” que Dios quiere manifestar la plenitud de sus planes divinos. Dios no quiso dejarnos en nuestra miseria y perdición a pesar de haberle desobedecido y rechazado. Él no nos necesitaba para nada pero decidió rescatarnos de acuerdo a un plan maravilloso que se manifiesta plenamente a través de su Hijo, culminando en su muerte sustitutoria y expiatoria. “[Dios] quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” (2 Ti. 1:9-10).

Otro pasaje donde vemos claramente el plan de Dios respecto a la Iglesia universal (todos los creyentes del pasado, presente y futuro que han creído o creerán en Jesús como su único y suficiente Salvador), es Ro. 8:28-29 donde se emplea la palabra “propósito”: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos”. Dios utiliza todas las circunstancias de nuestra vida para obrar un bien mayor: ser hechos conforme a la imagen de Jesús. Dios ha provisto todo lo necesario para nuestra salvación y ésta es tan segura que los verbos empleados en estos versículos ¡están en tiempo pasado! El plan de Dios se cumplirá perfectamente en nosotros y nada ni nadie podrán impedirlo. Que este pensamiento sea una fuente de consuelo y ánimo en nuestras vidas. Dios está llevando a su ejecución el plan eterno de redimirnos para su gloria: “a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Ef. 5:27).

BIBLIOGRAFÍA

1Robert Reymond, A new systematic theology, p. 462, Thomas Nelson, Inc., Nashville, (Tennessee), 1998.
2Ibíd, p. 463
3Louis Berkhof, Systematic Theology, p. 108, The Banner of Truth Trust, Edinburgh, 1998).
4Robert Reymond, A new systematic theology, p. 463, Thomas Nelson, Inc., Nashville, (Tennessee), 1998.

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