Quiénes somos:
La Iglesia Cristiana Evangélica de Ciudad Real, es un grupo de personas (de diferentes edades, personalidades, nacionalidades y gustos) que hemos puesto nuestra fe en el Señor Jesucristo, pues solo en su persona, vida y méritos, hay salvación para nuestras almas y cuerpos de la culpa y castigo por nuestros pecados.
Nos congregamos regularmente a lo largo de la semana para adorar a Dios, tener comunión fraternal y organizar nuestro servicio voluntario a Dios. Consideramos la Palabra de Dios, la Biblia, central en nuestras reuniones, pues ella es la que nos muestra la voluntad revelada de Dios, las necesidades de nuestro ser y es guía segura para nuestra vida, por eso es que la estudiamos y la proclamamos a quien quiere oír.
Ya que Dios ha dado dones a sus hijos para la edificación de la iglesia, consideramos esencial que los creyentes compartamos nuestras capacidades, conocimiento y experiencia para enriquecimiento de todos, en ella por tanto, nadie sobra y muchos faltan.
En qué creemos:
En la Iglesia Cristiana Evangélica de Ciudad Real creemos que la “Confesión de fe Bautista de 1689”, es la mejor expresión de las doctrinas bíblicas y por eso hacemos de ella nuestra base de dogma de fe y animamos a todo creyente en el Señor Jesucristo a leerla, estudiarla y creerla, no sólo porque no hace sombra a la Palabra de Dios, sino que la trae a la luz en gran pureza y fidelidad.
Aún así consideramos esencial que todo aquel que quiera unirse, participar y comprometerse con esta iglesia cristiana, debe aceptar sólo el “Credo y Práctica” que a continuación se indica, es la doctrina básica de un verdadero cristiano bíblico.
Credo:
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Las Escrituras (Antiguo y Nuevo Testamento), excluyendo los llamados Apócrifos tal y como fueron dados en su origen, son verdaderamente inspirados, infalibles y sin error y con final y suficiente autoridad en todos los asuntos de fe y práctica.
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Hay un solo Dios soberano en la creación, providencia y redención. Que existe en tres personas eternamente iguales: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
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El Señor Jesucristo es verdadero Dios, nacido de una virgen, se encarnó y fue un real y perfecto hombre. Vivió una vida sin pecado, siendo sus enseñanzas autoritativas e infalibles. Murió en sacrificio substitutorio por pecadores y resucitó corporalmente y ascendió al cielo y ahora intercede por su pueblo a la derecha del Padre.
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Satanás, un ángel caído, está opuesto a Dios, a sus propósitos y a su iglesia, así como esclaviza al hombre. Pero su obra y su persona ya han sido vencidas y juzgadas.
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El hombre fue creado perfecto por Dios, a su imagen, pero tras su caída de este estado, su naturaleza vino a estar totalmente depravada y bajo el juicio de Dios, y por tanto en necesidad de ser regenerada.
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La salvación es por gracia de Dios que llega a nosotros por medio de la fe sola en Cristo, siendo aplicada por el Espíritu Santo al pecador arrepentido. Esta salvación incluye la regeneración, justificación, santificación y final glorificación.
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Es necesaria la obra del Espíritu Santo en la regeneración, conversión, santificación y provisión de las escrituras, como es necesario en su interpretación, en el ministerio y en la adoración. El Espíritu Santo mora en cada creyente.
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La iglesia es una, santa, universal y, apostólica, cuya cabeza es Cristo, compuesta por todos los redimidos, llamados por Dios por medio del Evangelio, nacidos del Espíritu y justificados por la fe. La iglesia local es la expresión de esta iglesia universal para la adoración, comunión, enseñanza y evangelismo.
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El Señor Jesús vendrá otra vez de forma personal, visible, poderosa y gloriosa.
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Habrá resurrección corporal y juicio; los creyentes irán a bendición y los incrédulos irán al infierno.
Compromiso:
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Cada cristiano ha de leer las Escrituras, escudriñarlas y meditar en ellas, con devoción y fidelidad, aplicándolas y viviendo conforme a ellas todos los días de su vida.
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El creyente ha de vivir en santidad, es decir, apartado y dedicado al Señor nuestro Dios; luchando contra el pecado, la debilidad de la carne, la seducción del mundo y el diablo; agradando a Dios en todo, con la mente, el alma y el cuerpo; buscando la perfección, que es ser semejante a Cristo.
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Un cristiano debe ser miembro de una iglesia local, donde se pueda participar del cuerpo de Cristo dedicando tiempo, ofreciendo diezmos y ofrendas y, ejerciendo los dones dados por el Espíritu Santo, y así, enriquecerse del ministerio de la Palabra y la comunión fraternal.
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Es necesario tener o buscar el bautismo como testimonio público de fe y símbolo de la obra de Cristo en el creyente.
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Ha de ser el deseo de cada cristiano participar del pan y el vino, aún cuando sean símbolos del cuerpo y la sangre de Cristo; preparando su corazón, mente y cuerpo para hacerlo dignamente.
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Ser cristiano es ser testigo de Cristo, buscando toda oportunidad de confesarle al mundo con boca y con hechos.
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La oración es fundamental, por lo que se ha de orar con regularidad, pública y privadamente, con fe fervor, confesión, gratitud e intercesión.
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A Dios le agrada que su pueblo le glorifique, por lo que la alabanza ha de ser con el corazón y la mente, con esfuerzo y reverencia.
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El domingo es del Señor, por lo que ha de haber un esfuerzo en dejar las cosas del mundo (negocios y ocupaciones) y buscar las cosas de Dios: cultos y comunión como iglesia, devoción y conversación como individuos.
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Ante los hombres de este mundo, nuestra tarea es predicarles el Evangelio, hacerles bien, honrarles en sus posiciones y serles ejemplo.