(Filipenses 4:1-3)
Introducción
Si eres creyente y estás comprometida con tu iglesia local, habrás tenido, tienes o tendrás problemas, roces o malentendidos con otros creyentes. No quiero desanimarte, pero sí, que seas realista. El ser creyente no quiere decir que en nuestro peregrinar todo va a ser amor y paz, es nuestra meta, pero eso solo se conseguirá completamente cuando estemos en el cielo.
El apóstol Pablo escribió la epístola a los filipenses cuando estaba preso en Roma (Filipenses 1:12-14), y es una de las cartas más gozosas y llenas de gratitud y amor a los filipenses por el apoyo que había recibido de ellos, tanto espiritual como material.
Unos siete años antes, esta iglesia no existía. Pablo fue el fundador, por medio de su predicación en Filipo a un grupo de mujeres que se juntaban al lado del río a orar. Allí se convirtió la primera mujer de Europa, Lidia. Poco a poco el número de creyentes fue creciendo, y entre ellos había dos mujeres, Evodia y Síntique.
El nombre de Evodia significa “viaje próspero o fragante”, y el nombre de Síntique “Afortunada”. Pablo menciona en su epístola a estas dos mujeres, pero tristemente no lo hace alabándolas por su buen ejemplo, sino todo lo contrario.
¿Quiénes eran estas mujeres?
Eran dos mujeres que habían combatido en el evangelio juntamente con Pablo, Clemente y otros colaboradores de Pablo (v.3). Este verbo “combatir”, se usaba para los gladiadores que sufrían. Eran mujeres que estuvieron al lado del apóstol ayudándole a llevar el evangelio a los paganos e inconversos. Habían sufrido y trabajado arduamente por la extensión del evangelio y la obra de Dios en Filipos. Eran mujeres preeminentes en la iglesia de Filipos. Todos las conocían, todos sabían de su trabajo para el Señor, su servicio a los santos.
Pablo también dice de ellas que son verdaderas y genuinas creyentes porque “sus nombres están en el libro de la vida” (v.3). Este libro es el registro celestial, en ese libro están escritos los nombres de aquellos que irán al cielo, no por méritos propios, sino por la obra de Cristo en la cruz por su pueblo. Solo Él conoce el nombre de cada uno, porque Él mismo los escribió.
¿Está tu nombre escrito en el libro de la vida? Esa es la pregunta más importante que puedes hacerte. Si no estás segura, es porque quizás no has creído en el evangelio, en la obra de Jesús en la cruz por tus pecados. Clama a Dios y busca su perdón y tu salvación.
¿Cuál era el problema?
Se ve que por un tiempo las dos mujeres habían trabajado codo a codo y por un desacuerdo no pequeño, Pablo les llama la atención y les exhorta a ser de un mismo sentir: “Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor” (v.2). No se dice el problema que tuvieron en sí, pero tuvo que ser lo suficientemente grave para que Pablo mismo las mencionara públicamente en su carta. Tuvo que ser tal desacuerdo, que ya era público, todos lo sabían, e incluso podría haber estado causando divisiones en la misma iglesia al tomar partido por una u otra. Quizás eran temas doctrinales o celos entre ellas. No lo podemos confirmar, pero el enemigo de nuestras almas usará cualquier motivo para sembrar discordia y división entre los hermanos.
Es triste ver a dos mujeres cristianas, maduras y activas en la obra del Señor, que están enemistadas entre sí. No eran como los enemigos de la Cruz de Cristo, cuyo fin es la perdición (Filipenses 3:18-19), sino verdaderas creyentes.
Esto nos puede pasar a cualquier creyente, seas quien seas, y por muy comprometido que estés con el Señor y su iglesia. La mayoría de las veces que hay conflictos entre dos hermanos/as en una iglesia, no suele ser por asuntos doctrinales, sino por problemas de personalidad y de formas de hacer las cosas. Seamos sinceros, cuando el pastor o los líderes de una iglesia hacen algo, están en el foco de mira de toda la congregación, y muchas veces los demás juzgan el cómo se hacen las cosas, pensando que ellos las harían mucho mejor de otra manera. Esto es lo que provoca la mayoría de los conflictos en muchas iglesias. Debemos estar alertas que no caigamos en esto. Quizás tú creas que hay otra manera mejor de hacer las cosas, pues ve y habla con el pastor y ora, y si es así, el pastor lo tendrá en cuenta; pero si aun así, actúa de manera diferente, respétalo, porque quizás tú no sabes o no tienes toda la información de la situación.
¿Qué hace Pablo al respecto?
¿Se encoge de hombros y permite que esta enemistad continúe indefinidamente? ¡Por supuesto que no! Esto deshonra al Señor y al testimonio al mundo, sin contar con que puede traer división en la misma iglesia.
Pablo les ruega a las dos mujeres “Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor” (v.2). La palabra “ruego” significa mostrar, hacer un llamamiento, rogar, exhortar, enseñar, instruir. Él les ruega a las dos mujeres, es una exhortación, pero a la vez un mandato, que sean de un mismo sentir.
¿Qué quiere decir que “sean de un mismo sentir”? Significa pensar objetivamente, o pensar con el mismo punto de vista. En cuanto metemos nuestro personalismo en cualquier asunto, ya no estamos pensando objetivamente. Pablo emplea las mismas palabras en Filipenses 2:2 y 5 en el contexto de la unidad basada en la humildad por causa de la extensión del evangelio.
Por lo tanto, el apóstol exhorta a Evodia y a Síntique a que levanten la mirada y vean el sentir que tuvo Cristo cuando se humilló por nosotros, y que tengan ese mismo sentir, vestidas de humildad, considerando una a la otra como superior (Filipenses 2:2-4). Tenemos que dejar a un lado nuestras diferencias y nuestro orgullo, nuestras opiniones personales, y ceder, por amor a la unidad de la iglesia. Pocas veces cuando hay un conflicto con algún hermano pensamos así ¿cómo puedo yo buscar una solución al conflicto, que mejor sirva al crecimiento del evangelio?
Por supuesto que la unidad no es a costa de cualquier cosa, si son asuntos graves como herejía, o pecado, no podemos ceder en esto.
¿Cómo ayudar entonces?
Bien, Pablo busca la ayuda de un compañero fiel para que medie entre estas dos mujeres. No sabemos quién era este hombre, pero lo que sí sabemos era que Pablo podía confiar en él, porque había dado muestras de su fidelidad al Señor, ya que fue compañero de Pablo y éste lo conocía bien. Puede que haya sido uno de los líderes o ancianos de la iglesia en Filipos. Sea quien fuera, tenía la labor de ayudar a estas dos mujeres a tener un mismo sentir y a hacer las paces. Lo que muestra es que el problema que tuvieran, tenía solución.
El ser mediador de conflictos no es tarea fácil, y no quiere decir que al final se consiga el objetivo buscado, que es la paz y reconciliación entre las dos partes enemistadas.
Pablo tiene confianza en este hombre fiel, su compañero, y sabe que está capacitado para tal misión, por eso le encomienda a ser arbitro entre Evodia y Síntique.
Cuantas veces si tenemos algún conflicto con algún hermano/a en la iglesia solemos ir a buscar ayuda o consejo a alguien que nos va a dar la razón, que está de nuestro lado, pero eso no es lo que Pablo está buscando. Él le encomienda la labor a un hombre que sabe va a ser objetivo en el asunto, no será influenciado por ninguna de las dos partes. Escuchará a las dos mujeres, y como es fiel al Señor, y sabio en la Palabra, aconsejará a las dos hacer lo más correcto posible para que estén en paz una con la otra.
Cuando tengas problemas, busca a una persona espiritual, madura, sabia, que no te va a dar la razón por ser tu amigo o tu amiga. Buscará tu bien y te dirá lo que el Señor quiere que hagas, y lo hará porque te ama en el Señor.
Aquí Pablo se preocupa por la unidad de la iglesia, y busca que estas hermanas se reconcilien, así también nosotras debemos hacerlo, para que el mundo vea que somos uno en Cristo (Juan 17:20-21).
Como creyentes tendemos a huir y no inmiscuirnos en los problemas de otros, pensamos que es mejor que lo resuelvan otros en lugar de nosotros ¿para qué nos vamos a meter en líos?
¿Cómo resolver conflictos bíblicamente?
Este es un tema que llevaría otra reunión por sí solo, pero de manera concreta, debemos aplicar los principios bíblicos (Mateo 18:15; 5:23-24). Muchos problemas en la iglesia se resolverían si aplicáramos estos dos principios, pero me temo que es más común ir contando el pecado de otros a otras personas en vez de ir directamente a tratarlo con ellos. Está bien buscar el consejo del pastor o algún líder de la iglesia, pero no el ir hablando del pecado a otros, eso se llama, cotilleo, difamar y calumniar.
Conclusión y aplicación
Tenemos todos que preguntarnos a la luz de la Palabra y delante de Dios a quien tenemos que dar cuentas un día ¿estoy enemistada con algún hermano/a? si es así, tienes que actuar cuanto antes, y resolver este asunto. Dios no va a aceptar tus ofrendas, tus oraciones, tus cánticos, si no estás a bien con tu hermano. Puede que requiera humillación de tu parte, o una dolorosa confrontación con la otra persona, o quizás necesites la ayuda de alguien, pero debes resolver el conflicto (Romanos 12:18).
Fijémonos en los consejos que da Pedro en su epístola buscando la paz (1 Pedro 3:8-11), sed todos de un mismo sentir, y a continuación da algunas sugerencias muy prácticas para llevar esto a cabo:
- Sed compasivos, ponernos en lugar del otro, aplicar la regla de oro.
- Amándoos fraternalmente, esto quitaría mucha envidia de nuestros corazones, que solo nos lleva a la amargura.
- Misericordiosos hacia los demás, aun sin merecerlo.
- Amigables, ayudando y ofreciéndonos a los demás.
- No devolviendo mal por mal, si actuamos así la bola será cada vez más grande. Devolver bien por mal, por difícil que sea.
- Refrenar su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño. Muchos problemas empiezan por las habladurías y las críticas hacia otros. No puede haber paz sin controlar la lengua