lagrimasLUCAS 7:36-50

Introducción

Antes de profundizar en esta mujer, dejar claro que no es la misma mujer que se nos narra en Mateo 26:6-13; Marcos 14:3-9 o en Juan 12:1-7. La mujer que se nos habla en estos tres evangelios era María de Betania, la hermana de Marta y Lázaro, pero la que se menciona en este único pasaje en Lucas no es la misma, por diferentes motivos.

En primer lugar María de Betania no era conocida como una mujer pecadora en la ciudad. Segundo, cuando Jesús fue ungido por María, estaba ya muy cerca su muerte, y este acontecimiento en Lucas es mucho más anterior en el ministerio de Jesús. La casa en la que María ungió al Señor era de un tal Simón el leproso, quiere decir que fue leproso y ya no lo era, seguro que Cristo lo sanó. En el relato que nos concierne, el anfitrión se llamaba también Simón, que era un nombre muy común, pero era fariseo. María fue juzgada por los mismos discípulos, por el perfume tan costoso que derramó sobre Jesús, y aquí esta mujer es juzgada por su condición de pecadora y por el mismo anfitrión.

Por lo tanto creo y afirmo que no es la misma mujer ni el mismo acontecimiento. Este hecho solo es narrado por Lucas.

Tampoco sabemos la población donde tuvo lugar este hecho. Pudiérase que fuera Naín, por los acontecimientos anteriores, leer Lucas 7:11, 18, 36, pero no es seguro.

Su trasfondo

Vemos como Lucas quizás por discreción y amabilidad hacia la mujer, no dice su nombre, habla de ella pero sin mencionar su nombre, como para protegerla.

Aunque no tengamos su nombre sí sabemos que era una mujer pecadora y de la ciudad, pues todo el mundo la conocía (Lucas 7:39). La mayoría de los comentaristas dicen que al ser llamada “pecadora” quiere decir que era una prostituta, y por eso sus pecados eran públicos y su vida conocida por todos. Pero también puede ser que aun siendo conocida como mujer pecadora, como una persona especialmente mala, no por eso quiere decir que fuera una prostituta.

Quiero que nos veamos todas aquí reflejadas en esta mujer pecadora, ¿o acaso no lo somos? Todas, de una u otra manera somos pecadoras delante de Dios, quizás no con los mismos pecados o vida pública pecadora como ella, pero qué más da si nuestros pecados son públicos o privados, ante Dios tenemos esa condición.

Actitud de la mujer pecadora

Jesús había sido invitado a comer a casa de un tal Simón fariseo v.36. Quiero que veamos cómo Jesús se mezclaba con los pecadores y los religiosos de su tiempo para presentarles su necesidad de arrepentimiento y el perdón de pecados. Nosotros tenemos que estar en este mundo sin ser de él en su frenesí de pecado, pero en medio de los pecadores para ser luz y sal en medio de ellos, si no ¿cómo van a creer?

Estando sentado Jesús a la mesa, más bien reclinado, en esa época no se sentaban a la mesa como nosotros hoy día, sino que se tumbaban en unos reclinatorios, apoyándose en el lado izquierdo y con la mano derecha libre para comer. Las piernas las doblaban hacia atrás y por ello los pies quedaban hacia atrás.

Esta mujer pecadora se enteró que Jesús iba a comer en casa de Simón el fariseo, y ¿qué hizo? (Lucas 7:37-38). Su deseo era mostrarle amor y gratitud a Jesús. Tuvo que ser muy valiente para colarse en esa comida, aunque era costumbre que gente no invitada a la casa, viniera y estuviera detrás viendo y escuchando la conversación de los invitados, incluso uniéndose a veces a la conversación.

Al ver a Jesús empezó a llorar, pero de gozo, de gratitud, por sentirse perdonada. Esto no estaba preparado, quizás lo del perfume sí, pero las lágrimas no. Fluyeron de tal manera que podía regar los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos. A la par derramó ese perfume costoso sobre los pies y los besaba. El jarro de alabastro era un frasco de yeso blanco fino (o quizás de un color delicadamente teñido). Tenía cuello largo, y para derramar su contenido tenía que romperse ese cuello. Ella, lo único que quería era expresar abiertamente el amor a Jesús y no le importaban lo que dijeran. Estas muestras eran el resultado de un corazón arrepentido y perdonado por su vida de pecado y lleno de gratitud.

¿Cómo mostramos nosotras ahora el amor al Señor? ¡A través de los hermanos y a través del servicio! El amor produce servicio y adoración. ¿Estás adorando a Dios y sirviendo a los hermanos? ¡Ahí se verá tu amor!.

Actitud de Simón

La reacción de Simón muestra un contraste de actitudes totalmente opuestas. Se escandalizaba de cómo es que Jesús siendo como era, permitía que esa mujer pecadora le tocara y besara los pies. No lo podía comprender, porque él mismo no había experimentado el arrepentimiento de sus pecados. Dijo para sí mismo:”Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora” v.39.

¡Cómo mira con desprecio a la mujer juzgándola, y cómo se justifica a sí mismo!

¿Cómo reaccionamos ante cualquier persona pecadora que se acerca a nosotros o a la iglesia? ¿La recibimos con amor y compasión, o la juzgamos en nuestro corazón como hizo Simón? Qué fácil es hacer acepción de personas (Santiago 2:1-4). Tenemos que tener cuidado de no caer en estos pecados. Hay creyentes que ni siquiera le darían la mano o un abrazo a una persona abiertamente homosexual. ¡Tenemos mucho que aprender todavía! Seamos misericordiosos con todos.

Actitud de Jesús

Aquí tenemos otra muestra maravillosa de que Jesús es Dios, puede y conoce nuestros pensamientos v. 40. Jesús, conociendo el corazón y los pensamientos de Simón, le contó una historia para ilustrarle sobre el amor y el perdón: “Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía 500 denarios, y el otro 50; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Dí, pues, ¿cuál de ellos le amará más?” (Lucas 7:41-42).

La respuesta es obvia, pero Jesús, le pregunta directamente a Simón. Él, con un tono casi de indiferencia, le dice que “aquel a quien perdonó más”. Todavía no entendía el por qué de esa pregunta y Jesús vuelto de inmediato a la mujer, que estaba escondida a sus pies, le dice (Lucas 7:44-47).

El contraste entre la actitud de Simón y de esta mujer a la hora de recibirle es impresionante. Simón se mostró frío y muy poco amoroso, sin embargo la mujer derramó todo su amor con lo que hizo. Una de las primeras cosas que se hacían entonces a los invitados era lavar los pies polvorientos al entrar en la casa, Simón no lo hizo, pero la mujer los lavó con sus lágrimas. El beso se usaba como un emblema de amor, reverencia religiosa, sujeción y súplica. Simón no besó a Jesús, pero la mujer no dejó de besar los pies de Jesús. Ungir la cabeza con aceite era común entre los judíos, pero Simón no lo hizo con Jesús, sin embargo la mujer ungió sus pies con el perfume. ¿Puede haber mayor contraste?

Esto nos enseña también cómo las formas externas de relacionarnos y tratar a las personas, nos muestran cómo está nuestro corazón. Si nuestro corazón está frío, seremos fríos en nuestro trato a los demás. Cuidemos de no caer en esta falta de amor y demostración del mismo.

No solo Jesús tuvo palabras para Simón, sino que se dirigió a la mujer misma: “Tus pecados te son perdonados” v. 48. Cualquier duda que tuviera de ser perdonada, se desvanecía en aquel momento. Tiene la confirmación del Señor mismo de que ha sido perdonada, sus pecados borrados por completo. ¡Qué declaración tan solemne!

El fin de toda persona radica en esta declaración, en si Dios a través de Jesús nos perdona. No hablamos de ningún hombre, por mucha autoridad que tenga, que nunca tendrá la autoridad de perdonar pecados, hablamos de Dios mismo, reconociendo nuestro estado de “perdonado”. ¿Has sido perdonada? Sólo Dios lo puede hacer v.49. Los mismos invitados estaban sorprendidos de que Jesús pronunciara estas palabras, porque ellos sabían que solo Dios puede perdonar los pecados, pero Jesús es Dios.

Las últimas palabras que Jesús le dice a la mujer son: “Tu fe te ha salvado. Ve en paz”. Una vez más le confirma que ha sido perdonada y salvada. Tenemos que entender que no fue salvada porque amó mucho, sino al revés, porque fue perdonada por medio de la fe en la obra de Cristo en la cruz, por eso, amó mucho. Su amor y adoración fueron los frutos de verse perdonada.

Las palabras “ve en paz”, no solo eran un saludo, sino que implicaban una vida nueva para esa mujer (2ª Corintios 5:17). Es curioso ver cómo no se dice nada de que la mujer hablara con Jesús audiblemente, pero no hacía falta. Su ofrenda al Señor lo decía todo sin lugar a dudas.

Conclusión y aplicación

Tal vea al igual que esa mujer pecadora, ves tu necesidad de ser perdonada, bueno, la solución está ahí, a tu alcance. Jesús es el único que puede perdonarte si hay un verdadero arrepentimiento y fe en su obra. La mujer confió, y fue perdonada, tú también lo puedes ser ahora mismo. Acércate a Él y pídele perdón y salvación. Jamás rechazó a nadie.

Quizás te veas más reflejada en Simón. Puede que seas una religiosa, alguien que te consideras buena persona, que ayudas a los demás, cumples con tus ritos religiosos etc. sin embargo, no has entendido todavía lo que es el perdón divino. Humíllate ante Dios y arrepiéntete de tu corazón orgulloso, no confíes en tus buenas obras, porque no pueden salvarte.

Cualquiera que sea tu situación, hay esperanza para un corazón arrepentido y con fe en Aquel que dio su vida por nosotros.

Si ya eres creyente, cuidado de no tener prejuicios con nadie, todos hemos sido perdonados, no hay unos mejores que otros. Jesús dijo en una ocasión: “De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios” (Mateo 21:31). Y a la vez, derramemos nuestros perfumes, nuestras ofrendas, nuestras vidas para Cristo. Que seamos como esas lágrimas y ese perfume derramado para Jesús. Si has sido perdonada, mucho debes de amar al Maestro.

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