regeneracion1Era de noche cuando Nicodemo fue en busca de Jesús para preguntarle por aquello que había estado rondando su mente durante todo el día. Pero aún antes de que planteara lo que de verdad le preocupaba, cuando todavía estaba en los preliminares sujetos a la cortesía y simplemente le había presentado su respeto y reconocimiento como maestro venido de Dios, encuentra una respuesta directa a lo que inquietaba su corazón (¿cómo puedo llegar al cielo?): “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Jn. 3:3).

El nuevo nacimiento es un sinónimo de lo que también ha sido llamado regeneración. ¿Qué es la regeneración? Louis Berkhof la define como “[…] el acto de Dios por el cual el principio de la nueva vida es implantado en el hombre y la predisposición dominante del alma es hecha santa”.(1) La teología anclada en las Escrituras define dos clases de obras en la redención; monergismo y sinergismo.

Monergismo

El prefijo mono significa uno, y la palabra erg es una unidad de energía (derivada de la palabra griega ergon). Hay partes de la redención y de la vida cristiana en la que somos totalmente pasivos, esto es, no colaboramos para nada, es una obra que empieza y acaba en Dios. Ejemplos de monergia son el llamamiento, la regeneración, la justificación y la glorificación.

Sinergismo

El prefijo sin significa junto con e implica cooperación entre dos o más personas o cosas. Sin embargo, hay otras partes de la redención y de la vida cristiana en la que sí somos cooperantes y tomamos parte activa. Esto quiere decir que es obra de Dios y también parte nuestra. Ejemplos de sinergia son la conversión, la santificación y la perseverancia de los santos.

El hecho de que somos totalmente pasivos en la regeneración es claramente constatado en el concepto del nacimiento. Ninguno de nosotros escogió nacer, ni nada relacionado con nuestra vida física (donde, cómo, cuando, de qué padres, etc.). Si no pudimos aportar nada a nuestro nacimiento, mucho menos aportaremos a un nuevo nacimiento que es obra del Espíritu que “sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (Jn. 3:8). Ya el Apóstol Juan nos aclara al principio de su carta que los hijos de Dios “no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Jn. 1:13).

Hemos puesto un ejemplo de regeneración en el Nuevo Testamento (Jn. 3) y ahora vamos a traer uno del Antiguo Testamento. Lo encontramos en Ezequiel, capítulo 36, versículos 26-27: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra”. Aquí podemos ver como es únicamente Dios el autor y ejecutor de la obra, fijémonos en los verbos (daré, pondré, quitaré, haré). La iniciativa empieza y acaba en Dios: aplicando, transformando y completando un nuevo ser. Un ser capaz de amar lo santo y de odiar el pecado.

La regeneración es un suceso invisible e instantáneo que ocurre sin que la persona lo perciba siempre directamente. En un momento dado estábamos espiritualmente muertos y al momento siguiente teníamos una nueva vida. Estábamos sordos y de repente podemos oír la voz de Dios; allí donde antes había ignorancia, ahora hay obediencia. Allí donde antes había oscuridad, ahora empieza a levantarse la mañana y allí donde antes había enemistad, ahora hay reconciliación.

A pesar de que la regeneración ocurre una sola vez y es instantánea, puede que seamos conscientes de sus efectos de forma gradual. Este es frecuentemente el caso en niños que crecen en una familia cristiana o en adultos que, asistiendo a la iglesia o a un estudio bíblico, van creciendo gradualmente en su entendimiento del evangelio. Otras veces, la regeneración y la conversión son simultáneas, como en el caso de Cornelio, que mientras Pedro estaba predicando “el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso” (Hch. 10:44).

regeneracionDe todo lo dicho, se desprende que la regeneración precede —es anterior— al llamamiento y a la fe (punto doctrinal que expandiremos en el próximo estudio). Es coherente pensar que debemos poseer capacidades espirituales para poder entender aquello que proviene del ámbito espiritual. De igual manera que un disco DVD no puede introducirse en un lector VHS, si nuestra naturaleza carnal no es transformada por la intervención sobrenatural de Dios no podemos ni queremos seguir a lo divino: “Porque el hombre natural no percibe las cosas que son de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Co. 2:14).

Es posible que para nosotros sea un problema entender el orden en el que estos sucesos ocurren. ¿Soy regenerado y automáticamente soy salvado? ¿Cuándo nazco de nuevo acepto automáticamente a Jesucristo como mi salvador? ¿En el momento en el que soy regenerado empiezo a vivir por fe? Todas estas cuestiones y muchas otras parecidas, son satisfechas cuando en vez de verlas en un orden cronológico, las vemos como un proceso que cuando empieza es imparable. Nosotros cuantificamos —o entendemos— los eventos, sucesos y procesos que ocurren en nuestra vida en un orden temporal estricto (ayer, hoy, hace un rato, el otro día), pero debemos darnos cuenta de que Dios es eterno. Esto significa que para él —que vive en la eternidad— el tiempo no es un barómetro de control. Al contrario, él se mueve en una dimensión totalmente diferente —por encima del tiempo y del espacio—, por tanto, cuando Dios inicia la regeneración podemos estar seguros de que un proceso absolutamente imparable se pone en marcha y una cadena de sucesos referentes a la redención es aplicada y ejecutada. A los ojos de Dios el proceso ya ha sido completado; es solo en nuestra comprensión temporal que deseamos entender todo esto de una forma progresiva y archivarlo en una secuencia cronológica.

La regeneración debe traer un cambio de vida y un amor genuino: “Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1 Jn. 5:4). Tal y como dice Grudem: “Aquí Juan explica que la regeneración proporciona la habilidad de superar las presiones y las tentaciones del mundo que, de otra manera, nos refrenaría de obedecer los mandamientos de Dios y de seguir sus caminos”.(2)

En un próximo estudio meditaremos sobre la fe y como ésta ha sido comúnmente malentendida como el primer paso de la conversión, en vez de cómo una derivación natural de la regeneración.

BIBLIOGRAFÍA

1. Louis Berkhof, Systematic Theology, p. 469, The Banner of Truth Trust, Edinburgh, 1998.
2. Wayne Grudem, Bible Doctrine, p. 304, Cromwell Press, Trowbridge, (Wiltshire), 2008.

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