En esta ocasión me gustaría hablaros de la vida de Joni, una muchacha cuadripléjica, y de como ella superó la profunda depresión causada su incapacidad. Joni Eareckson Tada nació el 15 de octubre de 1949 en Baltimore, la ciudad más grande de Maryland, a solo 50 km de Washington, la capital de EE.UU. Joni tiene tres hermanas y es la hija menor del matrimonio formado por John y Lindy Eareckson, una familia americana de clase media-trabajadora. Cuando era pequeña, a Joni le encantaba pasar los fines de semana y los veranos en una casa de campo (un rancho) que la familia tiene en Sykesville, a las afueras de Baltimore. Allí practicaba sus deportes favoritos, que eran montar a caballo, senderismo, tenis, lacrosse y natación. El accidente que cambió su vida para siempre ocurrió precisamente practicando este último deporte, la natación. En una calurosa tarde de finales de junio de 1967, Joni, como tantas otras veces había hecho, se zambulló en las aguas de la bahía de Chesapeake. Esta vez, sin embargo, algo fue terriblemente mal. Tal y como ella recuerda:
Sentí que mi cabeza chocaba contra algo duro y resistente. En ese momento, torpe y locamente, mi cuerpo cayó sin control. Fue como si escuchara o sintiera un fuerte zumbido eléctrico, una sensación interna inexpresable. Algo así como un shock eléctrico combinado con una vibración, como si un pesado resorte de metal se desenroscara de pronto rápidamente y su movimiento ondulante fuera amortiguado bajo la superficie del agua. No llegaba a ser un sonido, ni siquiera una percepción definida, simplemente una sensación. Y no sentí dolor.
De repente, Joni se encontró bocabajo en el fondo del mar totalmente inmovilizada y sin posibilidad alguna de salir del agua. En su confusión inicial los pensamientos se agolparon en su mente: “¿Por qué tengo los brazos atados al pecho? ¿Me habré quedado atrapada en una red? ¿Estoy en un sueño? No, ¡estoy consciente porque me doy cuenta de lo que está pasando!” Sabía que sus pulmones no podrían aguantar mucho más sin respirar. Entonces escuchó su nombre como un eco lejano que viniera por un corredor misterioso: “¿Será Dios? ¿La muerte? Voy a morir, pero no quiero morir; ¡ayuda, por favor!” La voz que escuchó era la de su hermana Kathy que al principio pensó que Joni estaba buscando conchas. Al darse cuenta de que algo no iba bien, sacó a su hermana rápidamente del agua y la llevó a la orilla. La ambulancia llegó en seguida y trasladó a Joni al hospital.
Cuando Joni ingresó en el hospital tenía la esperanza de que en cuanto descansara un poco y comiera algo se le pasaría el entumecimiento que sentía en sus miembros. Acostada inmóvil en la cama no perdía la oportunidad de preguntarle a médicos y enfermeras si ya sabían lo que tenía —aunque ninguno le contestaba— y que cuándo se iría a casa. En el momento que se dio cuenta de que le estaban afeitando la cabeza para hacerle un agujero en el cráneo cayó en estado de pánico y suplicó que no le hicieran nada. En medio de unos fuertes mareos y nauseas, empezó a sentir somnolencia y finalmente se hundió en un sueño profundo. Durante los días siguientes, y debido a la fuerte medicación, Joni perdió el conocimiento a menudo y sufrió alucinaciones de tal manera que la realidad se confundía en su mente. Poco a poco empezó a estabilizarse y un día despertó boca abajo en la unidad de Terapia Intensiva. Allí aprendió que había pasado por una operación de alto riesgo, que una fractura diagonal a nivel de la cuarta y quinta cervical le había producido una cuadriplejia total, y que ahora estaba en una cama doble de lona que le permitía ser girada cada dos horas. Su horizonte visual se limitaba a ver el techo y el suelo de la habitación.
Mientras tanto, la rehabilitación seguía su curso. Como aún estaban en verano y el instituto no había empezado, muchos compañeros y compañeras de clase venían a visitarla al hospital. Un día, dos amigas vinieron a ver a Joni, pero nada más entrar en la habitación se quedaron conmocionadas y una de ellas empezó a llorar desconsoladamente mientras la otra salía al pasillo para vomitar. Esta reacción tan inesperada dejó a Joni confusa y pensativa; nadie había reaccionado de manera tan drástica al verla. Finalmente, al cabo de unos pocos días, Joni le pidió a una amiga que le trajera un espejo. Cuando por fin vio su rostro reflejado en el cristal el alma se le cayó a los pies; su peso había bajado de 57 a 36 kilos, sus ojos eran dos esferas hundidas en un cuerpo cubierto de piel amarillenta, su cabeza rapada solo acrecentaba la sensación de estar delante de un esqueleto viviente, y sus dientes estaban completamente negros por los efectos de la medicación. La frustración y la desesperación hicieron mella en su corazón.
El hecho de que solo unos días antes Joni hubiera descubierto que su cuadriplejia era permanente y que no volvería a andar nunca más tampoco ayudó a levantar su ánimo. En realidad, cuando Joni por fin comprendió que su cuadriplejia era permanente empezó a experimentar las cinco etapas del duelo derivadas de una tragedia o dolor profundo. Negación: “¿Cómo es posible que ésta sea tu voluntad?” —le dice a Dios—, “Yo soy tu hija y me he arrepentido de todos mis pecados”. Ira: “No sé para que hablo contigo, si eres impasible y no me escuchas”. Negociación: “Si Dios ha permitido este accidente para probar mi fe y mi paciencia, puedo confiar en que cuando haya aprendido la lección, él me permitirá volver a andar”. Y depresión; cuando le suplica a su amiga Jackie que le ayude a morir suministrándole una sobredosis de pastillas. Aún pasarían dos años antes de que Joni llegara a la fase de la aceptación.
Pero no todo eran malas noticias para la familia Eareckson. Tres meses después del accidente, en octubre del 67, los médicos certifican la mejoría de Joni y recomiendan que sea trasladada a Greenoaks, un centro de rehabilitación especializado. Allí empezó a realizar ejercicios regulares para fortalecer los músculos de los hombros y del cuello. También comenzó un doloroso proceso para volver a sentarse (cosa que no había hecho desde el accidente). La primera vez que consiguió ponerse sentada sintió fuertes dolores, junto con mareos y nauseas. Unos días más tarde se descubrió que los huesos raspaban y rompían la piel por lo cual tuvo que operarse para limar los salientes.
Los días seguían su curso, así que la Navidad llegó a Baltimore y Joni recibió permiso para pasar un día con su familia. La idea de estar en casa con su familia alegró a Joni en gran manera, pero nada salió como lo había imaginado. Para empezar, su familia había preparado una cama de hospital en el comedor para que ella pudiera ser acomodada y no pudo subir a su vieja habitación como tanto había deseado. Además, la decoración navideña provocó sentimientos de añoranza y el deseo de que las cosas volvieran a ser como eran antes. Citando sus palabras: “Ya nunca más podría salir a correr sobre la nieve o ir a cantar villancicos a los vecinos; estos y otros placeres se habían ido para siempre”. De vuelta al centro, los pensamientos suicidas volvieron a la cabeza de Joni:
Deseaba con todas mis fuerzas quitarme la vida de nuevo. Aquí estaba, atrapada en una mortaja de lona. Físicamente, no era mucho más que un cadáver. No había esperanza de volver a caminar nunca más […]. ¿Por qué razón debería una persona ser obligada a perpetuarse en una existencia tan monótona y desolada? ¡Oh, cuantas veces desee que un accidente o un milagro me quitara la vida! La angustia mental y espiritual era tan inaguantable como la tortura física.
La verdad es que, aunque Joni no se diera cuenta, estaba empezando a aceptar su situación de forma gradual y a ver un propósito detrás de su accidente. Uno de sus compañeros del centro de rehabilitación le animó a leer libros sobre la filosofía y el existencialismo de autores tales como Sartre, Marx, o Kafka, pero ella no encontró satisfacción en su lectura y aprendió que el ser humano no puede vivir en la desesperación. Esto llevó a Joni a retomar la lectura y estudio de la Biblia y libros cristianos con renovado interés. Meditando en su relación con Dios en el pasado, se dio cuenta de que había sido una relación muy superficial. En su mentalidad inmadura de aquellos tiempos, imaginó que el concepto de tener una vida “abundante en Cristo” sería perder algunos kilos, ser más popular en la escuela, tener más amigos, y también sacar mejores notas. Joni empezó a comprender que había estado poniendo sus metas en cosas temporales, en su yo y en sus propios anhelos, en vez de ponerlas en Dios mismo.
En esa misma época, y animada por una terapista del centro, Joni empezó a usar la boca para escribir. Primero fue su nombre, después frases cortas y, más tarde, tímidos bocetos y dibujos sencillos. Este logro fue algo que le animó en gran manera. Sin darse cuenta, otro año más había pasado y la Navidad volvió a presentarse en la vida de Joni. Esta vez, la experiencia fue completamente diferente y disfrutó de las fiestas navideñas varios días en compañía de su familia y amigos más cercanos. Joni deseaba enormemente no tener que volver a Greenoaks, y fue su padre quien le dio la inesperada noticia: ¡Joni había sido aceptada en un hospital llamado Rancho Los Jóvenes, en California! Este hospital tenía un sistema de rehabilitación muy moderno y había logrado recuperaciones en el uso de los brazos y las piernas en casos “imposibles”.
Joni llegó al Rancho Los Jóvenes en enero de 1969. Lo primero que le sorprendió fue lo bonito que era el lugar y lo bien coordinadas que estaban las tareas y actividades del centro. “Aquí —pensó—, seguro que recupero el uso de las manos”. Haciendo terapia descubrió que podía usar ciertos músculos de los hombros y la espalda para elevar y bajar un poco los brazos, aunque no podía mover los dedos ni sujetar nada con ellos. De todas maneras, aprendió a alimentarse por sí sola sujetando al cabestrillo una cuchara doblada en un ángulo de 45 grados. También, y después de muchos esfuerzos y contrariedades, consiguió manejar una silla de ruedas, lo cual le produjo una enorme satisfacción personal y un gran sentimiento de libertad.
Tres meses más tarde, los médicos le dijeron a Joni que había superado con éxito la terapia y que ya estaba lista para irse a casa. Pero cuando Joni le preguntó a su doctor que cuándo podría volver a usar las manos, éste le confirmó lo que ella más temía: ¡nunca! Aunque ella siempre lo había sospechado, en su interior había abrigado la esperanza de que este hospital tendría una cura milagrosa para su problema. Un pensamiento golpeó salvajemente su mente: siempre sería una cuadripléjica, siempre dependiendo de otros, siempre invalida, una cuadripléjica para toda la vida. Entre lágrimas, escribió una carta a Nick, su novio desde antes del accidente, diciéndole que nunca sería una esposa “completa” y que lo dejaba libre para que iniciara una relación con otra chica. Sonriente por fuera, pero con ira y resentimiento por dentro, Joni volvió a casa de sus padres en primavera.
Dos años habían transcurrido desde el accidente cuando Diana, una de las hermanas de Joni, le presentó a Steve, un amigo suyo. Steve era un chico de solo dieciséis años, pero muy maduro —espiritualmente hablando— y con un gran conocimiento de Las Escrituras. Rápidamente, el muchacho se convirtió en un habitual en la casa de Joni; todo el mundo parecía sentirse cómodo con él. Joni y Steve empezaron un estudio bíblico los miércoles al que pronto se les unieron muchas personas más. Joni descubrió que la verdadera espiritualidad consiste en obedecer y poner en práctica la Palabra de Dios —y no solo en recibirla como un bello ideal— y que la Biblia no da instrucciones porque sí, ya que es un manual para una vida plena y coherente.
Joni empezó a madurar en su fe cristiana y a abrirse al mundo que le rodeaba. Steve le invitó a compartir su testimonio con un grupo de jóvenes de su iglesia, y aunque Joni se puso muy nerviosa, el resultado fue satisfactorio. Para cuando llegó el mes de septiembre, Joni estaba asistiendo a la universidad. Citando sus palabras: “Lentamente adquirí confianza, especialmente al ver que la gente mostraba interés en lo que yo decía. En mi interior, sentía que Dios me estaba preparando; que, de alguna manera, algún día podría aprovechar lo que estaba aprendiendo […]. Y estaba agradecida a Dios por todo lo que me daba”.
De forma gradual, Joni empezó a tener una vida más “normal”. Estudiaba en la universidad, cantaba en un coro, colaboraba como monitora y consejera espiritual en campamentos y retiros, y compartía su fe y testimonio a menudo, tanto en charlas privadas como a grupos y auditorios. Para el año 1971 Joni se trasladó a vivir con su hermana Diana y su marido Frank a una casa de campo en Sykesville, muy cerca de la casa de campo familiar. También por esa época Joni empezó una nueva relación que, aunque no tuvo continuidad, le ayudó a madurar espiritualmente y a buscar más insistentemente la presencia de Dios en su vida. Por esas fechas, Joni se dedicó de nuevo a la práctica del dibujo. Ella misma lo recuerda de la siguiente manera:
Yo sabía que Dios estaba obrando en mi vida para crear gracia y sabiduría a partir del caos, del dolor y de la desesperación. Todas estas experiencias comenzaron a tomar forma visible a través de mi arte. Al principio, dibujaba por puro placer; luego para ocupar mi tiempo; finalmente para expresar mis sentimientos de lo que Dios estaba haciendo en mí.
Un día, un ejecutivo cristiano del mundo de los seguros que estaba visitando a John Eareckson vio uno de los dibujos de su hija Joni colgado en la pared de la oficina. El hombre quedó profundamente impresionado y organizó una exposición en un concurrido restaurante local. Cuando llegó la mañana y Joni fue llevada en coche a la exposición, encontró la calle principal bloqueada por una multitud. Una banda de música, la prensa y la televisión también estaban allí; Joni no sabía que pensar de todo aquello, ¡ella se esperaba una pequeña reunión familiar! La televisión y la prensa local le entrevistaron y al poco tiempo se encontró mostrando sus obras y compartiendo su testimonio por todo el país. Incluso realizó una gira por la Casa Blanca donde entregó uno de sus dibujos a la entonces primera dama americana, Pat Nixon. Hacia el final del verano de 1974, Joni recibió una llamada para ser entrevistada en el Today Show de New York (uno de los programas más antiguos y prestigiosos de EE.UU., cuya audiencia en aquellos años era de unos 20-30 millones de personas). Comenzaron a llegar invitaciones de programas de radio y televisión, revistas, compañías, iglesias, ministerios y asociaciones, y Dios empezó a usar a Joni de una manera poderosa e impactante para transformar la vida de multitud de personas. Finalmente, Joni encontró su media naranja y se casó en 1982 con Ken, su actual marido.
Joni es en la actualidad una autora y conferenciante reconocida mundialmente. Hasta la fecha (2017), ha escrito cerca de cincuenta libros (para niños y adultos), grabado varios álbumes musicales, pintado unos ciento cincuenta cuadros, y aparecido en películas (incluyendo su propia historia llevada a la pantalla), series, y programas de radio y de televisión. La historia de su vida ha sido usada por el compositor checo Ivan Kurz en su opera Evening Divine Service. También, en 1979 fundó Joni and Friends, una organización cristiana con alcance mundial dedicada a ayudar a personas con discapacidad, y que, entre otros ministerios, tiene un programa diario de radio y una serie de televisión. Además de docenas de reconocimientos, medallas de oro y galardones de honor de todo tipo de sociedades y asociaciones, Joni tiene en su haber los siguientes reconocimientos:
- Designada en 2005 como asesora del Comité Consultivo de Discapacidad del Departamento de Estado de los EE.UU.
- Nominada en 2014 al Oscar como mejor canción por su tema de la película Alone Yet Not Alone (sola y sin embargo no sola).
- Seis doctorados honorarios (Doctor honoris causa) de seis universidades diferentes.
Ya para acabar, quisiera abordar qué es lo que hace que una persona cuadripléjica pueda llegar a afirmar: “Prefiero estar en esta silla conociendo a Jesús que estar de pie sin él”. ¿Cuál es el origen de la fortaleza y del gozo de Joni? Cuatro puntos, de forma breve.
1) EL CARÁCTER DE DIOS
A lo largo de toda la Escritura, encontramos la afirmación de que Dios es infinitamente bueno, sabio y santo. Él esta apartado de todo mal y nunca es el autor del pecado. Es cierto que nosotros, como criaturas, no siempre comprendemos los designios divinos ya que sus caminos son más altos que nuestros caminos y sus pensamientos más altos que nuestros pensamientos (Isaías 55:8-9). Tal y como la Biblia enseña: “El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?” (Génesis 18:25). En este aspecto, Joni nos recuerda que:
Cuando me relajo y descanso en las manos del Señor, sé que él tiene el control [de todas las cosas]. No es una aceptación ciega, irracional y estoica, sino el llegar a conocer a Dios y saber que él merece mi confianza. Aunque yo soy inconstante y hago trampas, Dios no las hace; aunque yo he tenido subidas y bajadas, amarguras y dudas, él es constante y su amor es permanente.
2) EL SACRIFICIO DE JESÚS
No hay lugar donde el amor de Dios hacia nosotros se manifieste más claramente que en la cruz del Calvario. Allí, el único justo tomó el lugar de los injustos. Aquel que era —y es— tres veces santo, el inmaculado Cordero de Dios, fue hecho pecado para salvar a su pueblo (2 Corintios 5:21). El Dios eterno y Rey de los cielos y de la tierra no le debía —ni le debe— nada a la humanidad; nuestra salvación no le restaba ni añadía nada a su gloria perfecta. Y, sin embargo, dejó de lado los privilegios de su deidad, vino como un siervo humilde y se humilló hasta lo sumo en una cruz de madera. Y esto lo hizo por amor. Joni lo expresa así cuando medita en la crucifixión:
Descubrí que el Señor Jesucristo podía realmente simpatizar con mi situación. En esas horas terribles y agonizantes sobre la cruz, esperando la muerte, quedó inmovilizado, desamparado, paralizado. Jesús supo muy bien lo que era no poder moverse, no poder rascarse la nariz, acomodarse el cuerpo, secarse los ojos. ¡Él estuvo paralizado sobre la cruz! No podía mover brazos ni piernas. ¡Cristo sabía exactamente como me sentí yo!
Tal y como la Biblia declara: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15).
3) EL VALOR DEL SUFRIMIENTO
A nadie en su sano juicio le gusta el sufrimiento, pero sabemos que éste forma parte de la vida y aunque intentamos huir de él, tarde o temprano nos alcanza en diferentes formas y tamaños. Pero, ¿has pensado alguna vez que el sufrimiento, en las manos de Dios, puede ser una herramienta extremadamente valiosa? El dolor y la aflicción dirige nuestra atención hacia el sentido último de la vida y de las cosas eternas. El ser humano, por naturaleza, no se acuerda de Dios cuando las cosas van bien. Por eso Dios usa el sufrimiento para despertarnos de nuestra somnolencia espiritual, para que busquemos “las cosas de arriba” (Colosenses 3:2), para que recordemos que no debemos vivir una vida centrada en nosotros mismos. En realidad, la Biblia afirma que es por medio de mucho sufrimiento que entraremos en el reino de los cielos (Hechos 14:22), y que debemos gozarnos cuando suframos por causa de seguir al Señor Jesús (1 Pedro 4:12-13). Un día, cuando Joni volvía de una sesión de quimioterapia con su marido Ken, hablaban de cómo el sufrimiento es como una gota que salpica desde el infierno para despertarnos de nuestro sopor espiritual. Entonces Ken paró el coche y dijo: “Bien, entonces, ¿cómo crees que son las gotas que salpican desde el cielo? ¿Son esos tiempos en los que todo va sobre ruedas porque sale como lo habías planeado y tienes salud? Y los dos dijimos ‘no’. Una gota que salpica del cielo es encontrar a Jesús en la gota que salpica del infierno.” Joni acaba esta historia asegurando que: “Encontrar a Jesús en tu infierno es un éxtasis sin comparación y yo no lo cambiaría por poder caminar largas horas en este mundo”.
4) LA ESPERANZA DE UN CUERPO PERFECTO EN LA ETERNIDAD
La mayoría de las veces vivimos como si este mundo fuera todo lo que existe. Nos esforzamos para conseguir aquellas cosas que nos van a permitir —en nuestra opinión— una vida más cómoda y satisfactoria. Construimos grandes castillos en la arena sin acordarnos que la próxima ola se lo llevará todo y no quedará rastro alguno de nuestras ambiciones. Pero la Escritura nos recuerda una y otra vez que esta vida no es para siempre; es breve y pasajera. Cuando Joni empezó a estudiar lo que la Biblia dice acerca del futuro, la promesa de que Jesucristo volverá para destruir a sus enemigos, para renovar los cielos y la tierra, y con ello, transformar el cuerpo de los creyentes en un nuevo cuerpo inmortal y glorioso, su perspectiva cambió completamente. Citando sus palabras:
Cuando mi marco de referencia hacia la perspectiva de la vida eterna, todo mi problema acerca de vivir en una silla de ruedas se volvió algo trivial […]. Si mi cuerpo fuera curado de repente de forma milagrosa, estaría sobre mis pies 30 o 40 años más y luego mi cuerpo moriría. Pero un alma vive para siempre. Desde el punto de vista de la eternidad, mi cuerpo es solo un parpadeo en el espacio de tiempo que es el para siempre.
La vida de Joni es fascinante y aún no se ha escrito su ultimo capítulo. Este artículo es solo una breve presentación de sus primeros años después del accidente y aunque he nombrado algunos de los logros y méritos que ella ha alcanzado durante su vida y ministerio, muchos eventos y anécdotas han quedado en el tintero. Por todo ello, quisiera animar a todos los lectores de este artículo a conocer e investigar la vida y obra de Joni Eareckson Tada (hay cientos de videos y material gratuito en la red), ya que estoy firmemente convencido del gran beneficio que tal estudio puede aportar a quien lo realice. Me despido hasta la próxima volviendo a citar de nuevo las propias palabras de Joni porque reflejan fielmente mi propio pensamiento:
Es mi esperanza que en el transcurso de la lectura de este libro [y podríamos decir, o de este artículo], el Espíritu Santo haya podido iluminar tu corazón y tu mente para entender estas verdades. Jesús está vivo y su poder está a tu alcance. Él se manifiesta diariamente en mi vida, ¡cuánto más podrá hacerlo en la tuya! ¿Eres parte de la familia de Dios? Es el deseo de mi corazón que nos encontremos algún día en la gloria.
Nota del administrador: Os dejo este enlace para poderla ver en video.