biblia3ESPAÑA

Entre algunas de sus curiosas peculiaridades, este país tiene esta, que es de los primeros en editar libros, pero de los últimos en leer. De los que más libros publican y de los que menos lee ¿Cómo puede ser esto? ¿Por qué el mercado demanda libros que luego la gente no disfruta?

Cuentan la historia de dos amigos que uno le dice al otro de un tercero: “Pronto será su cumpleaños y no sé qué regalarle”, por lo que su interlocutor le dice: “Cómprale un libro”, a lo que le responde: “No, ya tiene uno”.

Eso sí, otra estadística dice que somos los terceros en Europa en adquirir periódicos deportivos y revistas del corazón.

Leemos poco y de ese poco mucho es de mala calidad.

El fútbol, la televisión y los bares, por ejemplo, deben de tener parte de culpa, aunque no está tampoco claro si ellos son la causa o el resultado, ¿La gente tiene la televisión, por ejemplo, que no le deja leer o porque no tiene el gusto o la educación para leer, entonces es que acude a la televisión?

Si estas definiciones son exactas y seguramente lo son, este es entonces un asunto de máxima preocupación.

Sí, creo que es un problema grave.

Un buen libro, un hábito de lectura abre la mente, ayuda a pensar, amplía el horizonte para que los ojos del alma tengan más donde mirar.

No leer es como caminar toda la vida con la mirada puesta en el suelo, sin llevarla más allá de la siguiente baldosa que vamos a pisar y luego quejarse de que todo es monótono y triste. No leer es encarcelar voluntariamente el alma, empobrecerse emocionalmente y llenar de escorbuto la mente.

LOS CRISTIANOS Y LA LECTURA

¿Es este análisis aplicable al mundo evangélico español? Me temo que sí, pues aunque mejore en algún punto, la media seguirá siendo un suspenso, además de que nuestra responsabilidad como creyentes es mayor que la de la gente en general.

Todavía hay de los que dicen entre nosotros: “No pienses, solo siente”, como si se pudiera sentir más eliminando sentidos, o los que me decían en cierta ocasión, ignorantes ellos: “La letra mata pero el espíritu vivifica” (2ªCor. 3:6), confundiendo la ley con los libros; o aquel otro que escribía: “Las diez razones para rechazar la razón”.

Hoy en día se venden diez veces más CDs de música que libros, soy testigo de eso, por lo que en las iglesias en general, es síntoma de que engordamos desproporcionadamente el emocionalismo y hacemos pasar hambre a la mente.

Estamos creando un ser deforme.

LA PALABRA CON LA PALABRA ESCRITA

Por supuesto que tenemos que aceptar que la palabra hablada es más poderosa que la escrita, particularmente en la predicación del evangelio.

Un insulto o un halago son más poderosos cuando se dice a la cara y hace más mella entrando por el oído que por los ojos, sobre todo si se habla acompañado por el gesto, por la personalidad.

La predicación o mensaje oral es más efectiva por el impacto del momento, buscando la convicción de la mente y la conversión del corazón, ver por ejemplo el caso de Lidia (Hech. 10:14) “abrir el corazón… estar atenta…”.

Nunca será suficiente el apoyo que damos a la predicación del evangelio en la iglesia, en la calle, en la radio… pero esto no disminuye la necesidad de la palabra escrita, la predicación impresa, al contrario, la ensalza.

Si bien predicadores como Spurgeon o Lloyd- Jones fueron grandemente bendecidos por Dios, para a su vez ser bendición a otros que les escucharon, es también cierto que sus sermones escritos recorren, aún después de años, grandes distancias para alcanzar muchos más corazones. Se puede decir de ellos lo que se decía del Cid, que ganan más
batallas aun después de muertos.

Los beneficios de la lectura se ven por ejemplo a la hora de meditar en el texto. ¡Qué bueno es cuando podemos visualizar la idea que expresa! Es como parar a lo largo del camino para fotografiar en nuestra mente el hermoso paisaje con el que nos hemos cruzado.

El análisis también es un bien que se desprende de la lectura. A veces se oyen cosas que no nos parecen claras ¡¿Qué ha dicho o qué ha querido decir?! Pero no podemos volver atrás. Pero al texto sí, y lo podemos seccionar, subrayar, añadir nuestra opinión al margen o incluso ponerlo en nuestros labios para ver cómo suena en nuestros oídos.

Se dice que una persona suele retener solo un 10% de lo que oye en un sermón o en una conferencia, pero lo escrito permanece, son palabras que no se las lleva el viento.

¡Cuántas veces no habremos vuelto a ese texto que tanto nos ayudó y a ese poema que nos agradó el oído y el ánimo!

Y es aquí entonces donde tengo que hacer una fuerte declaración que posiblemente producirá comezón en algunos.

QUIEN NO LEE HABITUALMENTE, NO TENDRÁ ÁNIMO PARA LEER LA BIBLIA

Es nuestro amor a la Escritura, nuestra necesidad y dependencia de ella, lo que nos lleva a buscar en comentarios bíblicos. Igual que cuando nos encontramos con una obra de arte que nos impacta y corremos a la enciclopedia para saber más de ella, de su autor, de sus circunstancias, o cuando el nombre de alguien nos impresiona y vamos a los “archivos” para saber más de él, de su origen, de su personalidad etc. Eso ocurre con las Escrituras, pero el problema, y bendito problema, es que cada página y línea nos abre tomos y tomos de interés, nos emociona y provoca.

Es reconocer que 2000 años de historia con la Biblia han permitido que otras personas ya descubrieran antes que nosotros la riqueza del texto y que fueran iluminados por su fulgor y guiados por su senda.

¡Cómo no vamos a querer saber lo que se dice de nuestra amada!

Se ha descubierto influencia bíblica en muchos autores, Shakespeare, Cervantes, etc. ¡Cómo no voy a buscar su rastro en sus escritos o su influencia en vida y obra! Pero la lectura bíblica requiere todo mi ser: sentidos, emociones, concentración etc. y esto me agota y entonces tengo que descansar leyendo lecturas más livianas para luego volver con más fuerza. El atleta tiene su mejor momento entre las dos líneas, la de salida y la de entrada, quizá solo unos momentos de placer entre tomar la jabalina y lanzarla, pero para llegar a ese momento ha pasado muchas horas de entrenamiento. ¿Cómo va a decir el corredor que solo corre cuando compite o el lanzador que solo lanza cuando compite? ¿Cómo puede decir alguien que solo lee la Biblia? ¿Sin preparar su paladar, sin entrenar sus sentidos, sin ampliar su mente, sin sensibilizar su corazón? Leer solo la Biblia es como querer correr en las olimpiadas sin estar preparado, habiendo corrido solo para pillar el autobús.

CUÁNTO LEER

Aquí pasamos a asuntos más prácticos. Si hay que leer ¿cuánto tiempo dedicar a esta bendita tarea?

Va a depender de la capacidad, posibilidad, tiempo y personalidad de cada uno. Podríamos poner un mínimo. Una persona que tiene jornadas largas de trabajo, familia, hogar y alguna ocupación en la iglesia puede leer fácilmente un libro al mes de unas 300 páginas. Esto implicará unas 10 páginas diarias, más o menos unos 20 ´0 30 minutos. Menos de esto es ayuno intelectual. Una manera de medir el tiempo que se puede dedicar a leer es compararlo e igualarlo al tiempo que se dedica a ver televisión o escuchar música sin hacer más.

Lógicamente esto siempre mirando el progreso, buscando ampliar y mejorar. Si uno es disciplinado, al final de un año ya habrá conseguido grandes mejoras.

Pasemos ahora al otro extremo. Un pastor evangélico, que debe predicar varias veces a la semana y atender una congregación debería pasar como mínimo dos horas diarias de lectura variada, cuatro horas sería lo normal y deseable, y aquí no cuento la Escritura.

Si alguno está mostrando desacuerdo y/o pensando en excusas, he de decir que no las hay. ¿Cómo serás tú fuente de agua, si no hay manantial que le sustente? ¿Qué respuesta darás a los que te preguntan, si antes no te lo preguntaste tú y buscaste la respuesta? Si el artesano no afina sus instrumentos de trabajo, y los tuyos son la mente y el corazón, ¿cómo podrá ser útil y hábil?

¿QUÉ LEER?

Aparte de la Biblia y del material de trabajo (libros técnicos si se es ingeniero, escolares si se es un estudiante o maestro y comentarios sise es pastor) hay mucho material que hay que conocer y usar.

Primero, lectura devocional, de edificación espiritual, historia, biografías etc. Segundo, libros y revistas de temas actuales cristianos, como puede ser de teología, ética, familia, eclesiales, jóvenes, etc.

Tercero, temas seculares, útiles, de formación. Es importante leer de vez en cuando algún periódico que nos ponga al día de lo que pasa en el mundo.

En tiempo de vacaciones y de necesario relax podemos leer novelas y otra literatura de entretenimiento.

Hay que elegir bien, el tiempo es precioso y no hay que desperdiciarlo (Ef. 5:16). Nunca está de más pensar bien qué libro tomamos en las manos. No toda literatura es adecuada y útil, hay libros perversos, porque hay escritores perversos. Ha ocurrido pocas veces, pero cuando he tenido que dejar un libro a medias por malo – malo de calidad o malo de intenciones, me he sentido muy frustrado por el tiempo perdido. Dependerá también del gusto y la preferencia de cada uno, pues es algo que hay que mantener, pero también vigilar para que acapare todo el espacio. La necesidad personal, y la de la congregación si se es pastor, son cruciales, pues puede implicar que se tenga que dejar un libro por otro.

Particularmente los pastores necesitamos que se nos predique. Si lo quieres para el alma de los tuyos, querrás lo mismo para tu alma, y ya que no tenemos la opción de sentarnos en la congregación, un sillón con un buen libro de sermones es una buena opción.

CÓMO LEER

Busca El momento más tranquilo del día, la mañana antes del trabajo o la noche antes de dormir, según cada uno, pero no lo dejes demasiado tarde no sea que la lectura solo te sirva de somnífero. Es bueno cuando se ha acompañado antes con un devocional porque prepara nuestros sentidos.

Hoy en día el precio del libro no tiene que ser una preocupación, pero si lo es, acude a la biblioteca de la iglesia y a la biblioteca pública, en ellas te podrás abastecer de lo que necesitas, además de contactar con gente de tus gustos.

Toma nota de lo que lees, escribe al margen, subraya si el libro es tuyo, claro. Tienes que dejar evidencia de lo que te ha tocado el corazón, de lo que llamó tu atención, especialmente si tienes una pobre memoria como yo.

Resulta muy práctico hacer una ficha de cada libro que lees, para hacer un seguimiento de lo que lees. Puede ser por ejemplo:

Título:

Autor:

Editorial:

Fecha de inicio de la lectura: Fecha de finalización de la lectura:

Número de páginas:

Resumen en pocas líneas:

- El tema del libro - Lo que te ha parecido

- ¿Es recomendable? - ¿Por qué?

RESULTADO DE LA LECTURA

Quiero terminar con una exhortación.

Leer, en verdad, añade siempre conocimiento, aumenta el saber, pero no siempre.

El peligro de la mala lectura, es decir, la que fortalece los malos instintos o pasiones desordenadas, y la pérdida de tiempo en libros malos, se soluciona, como se ha dicho anteriormente, con una buena elección y decisión antes de tomar el libro. Piensa antes de leer y lee para pensar.

Es importante también aplicar lo que se aprende. Se puede correr el riesgo de acumular libros leídos en nuestra mente, como en una inmensa biblioteca, pero sin darles ningún uso.

El saber por saber pudo darnos un buen rato de entretenimiento, pero hay que buscar utilidad, practicar lo que se lee, hacer que mueva la voluntad, que comuniquemos a otro ese saber, que compartamos con otros ese tesoro descubierto.

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