“Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban.”
Al volver a leer la historia de la creación, y no puedo contar las muchas veces que lo habré hecho, me vuelvo a sorprender y a hacerme las mismas preguntas…
¡Cuanta presión de todas partes para negar la realidad histórica y científica de estos primeros capítulos de la Escritura!
¿Por qué has hecho, Señor, las cosas de esta manera y por qué nos las revelaste de esta forma? No quiero negar las teorías científicas, los argumentos evolucionistas, no quiero cerrar mi sentido común y razonamiento a las posibles evidencias de todas las posturas, y sobre todo quiero ser humilde ante todas las sinceras interpretaciones cristianas que se hacen.
Lo que saco ahora en claro y soy firme en ello es que Adán y Eva son dos personas concretas, reales y necesarias (Rom. 5:18) (2 Cor. 11:3) (1 Tim. 2:13), que estaban desnudas de toda cosa externa y que no tenían vergüenza ante Dios y la creación, porque no había nada que esconder.
¡Cuánto trabajo y ayuda del Espíritu para alcanzar ese estado! ¡Ayúdame, Señor, a encontrar aquí y ahora esa pureza de mente y alma!