Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mando. Y salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y murieron delante de Jehová.
Líbrame Señor también a mí de cualquier fuego extraño que te pueda ofrecer, pues es posible que yo quiera honrarte, pero que lo quiera hacer a mi manera o a la de otros, y no a la tuya, a la de tu palabra. Dejarme llevar por mi corazón, deseo, estado de ánimo, opiniones de otros, costumbres establecidas… en lugar de buscar y hacer lo que a ti te agrada, que es lo que tú demandas y que es lo que te glorifica.
Imagino cuántos fuegos se levantan hoy en día por individuos e iglesias en tu honor, y son solo humo y olor molesto.
Pudiera ser que yo viniera a ofrecerte lo que es correcto a mi entendimiento, pero con actitud y corazón inapropiado, pensando que con tal de seguir el ritual correcto externamente tú te conformes.
Líbrame Señor también de esto.
Si mi fuego no es el adecuado o mi actitud no es la correcta, corro el riesgo de que entonces tu fuego salga de delante de ti y me dañe.
Quiero acercarme más a ti y servirte, glorificarte, y que tú me santifiques y te santifiques.