Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento.
Juan el Bautista preparaba el camino de Cristo, el Rey, predicando el arrepentimiento (v.2-3). Al ver que venían fariseos y saduceos, es decir religiosos, celosos, que no quiere decir que fueran creyentes, los manda que obren de manera digna a ese arrepentimiento o conversión.
Yo quiero que sea así conmigo, que pueda tener frutos dignos, No dejes, Señor, que me conforme con rituales, con religión externa, pues si bien sé que la lectura de tu palabra, la oración, la comunión con los hermanos, la atención a tu palabra expuesta… son medios de gracia, Tu gracia, son solo eso, medios, instrumentos para tener frutos dignos, si no los alcanzo, si no los ven todos ¿de qué me sirve? ¿No sería yo también un fariseo? Ayúdame a ser generoso, justo, con contentamiento como también Juan enseñó (Luc. 3:10-14)
La conversión de mi corazón tiene que hacerme mejor persona, mejor siervo tuyo, tiene que hacer que dé frutos dulces todo el tiempo, no dejes que me engañe siendo solo palabras y apariencias. A ti no puedo engañarte.