Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
Últimamente ha venido este versículo a mi mente, a mi corazón y a mis labios, aunque no sé si en este orden y en todas sus escalas, pues al fin y al cabo eres tú quien gobierna al final toda mi persona por tu Espíritu (10:19-20) (Luc.12:11-12).
En alguna ocasión ha sido una llamada o invitación al pecador, pues aunque no conoce a Cristo sí que puede llegar a conocer su miseria y, en un acto de sinceridad, su incapacidad para solucionar su estado.
En otra ocasión fue a creyentes cansados, encorvados por el peso de las preocupaciones y necesidades.
Luego vino a ser alivio a mi propio ánimo o alma. ¡Qué tonto soy a veces! Pongo delante de otros remedios tan extraordinarios como este y no me doy cuenta de tomarlo para mí mismo.
En esta tarde en verdad me siento cansado y la carga que me has impuesto me es pesada. Sí, ya sé que no es por ellos, sino por mí, por debilidad natural y pobreza de espíritu. Así que me quiero aferrar ahora a esta promesa tuya, a no mirar tanto a la obra y sí mirarte más a ti y descansar.