El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama
Señor, nos dejas poca alternativa, o es uno o es lo contrario, no hay neutralidad. No hay lugar para estar sin ti, para el “no sabe no responde”. O somos tuyos o somos tus enemigos.
Y es así, ahora lo entiendo Señor, porque en esta vida recogemos, edificamos y atesoramos, y se refiere a beneficios para el alma, fortaleza para el corazón y tesoros en el cielo, o desparramamos, vamos tirando y perdiendo a lo largo de nuestra vida. ¡Cuántas herencias malgastadas en cosas inútiles y poco duraderas! ¡Qué engañosos son esos deleites temporales del pecado (Hb.11:25) y cuánta demanda de esfuerzo intelectual, afectos familiares y perdida de amistades!
En estos instantes suena en mi cerebro (¿o en mi corazón?) tu voz diciéndome ¡Conmigo, conmigo! Y miro a mi alrededor queriendo verte y así correr y apegarme a ti e ir a donde tú vas, quedarme donde tú reposas y hacer lo que tú hagas. Pero soy torpe y soy lento, necesito que me ayudes y que en ninguna manera derrame en el suelo ninguna de tus bendiciones ni que use indignamente ninguno de tus dones.