Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible. Pero este género no sale sino con oración y ayuno.

Fe y oración, eso me pides hoy con estos versículos y lo haces, Señor, porque bien sabes tú que de ambas cosas estoy escaso.

Mi fe debe ser mucho más pequeña que un grano de mostaza porque no soy capaz de enfrentarme a estos grandes (y a veces no tan grandes) montes. Y aun reconociendo mi impotencia o falta de fe, no corro a tus pies para orar, para rogar que me ayudes.

Te pido en esta hora que me des más fe para poder orar más y mejor o que me des más deseo de orar para que te pueda pedir más fe.

¡Oh, bendito tú! Ahora me doy cuenta que estoy orando, que te pido fe, que tengo fe para seguir adelante. Nunca me has dejado, siempre has sido el impulso y razón de mi fe y el que susurra a mi conciencia para que venga a ti y hablemos.

No, no tengo que ir moviendo montes de un lugar a otro porque sí, pero sé que cuando alguno de ellos me estorbe en el camino, tengo fe suficiente y oración posible.