Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. Sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible.
¡Qué gran obstáculo es para la fe el dinero! Es quizá el ídolo más cercano al corazón (6:24; 13:22). A unos les impide entrar en el reino (v.22) y a otros les impide avanzar en él (1 Tim. 6:9-10).
Yo también tengo que luchar con este ídolo, pues no es el problema la cantidad, sino el corazón que se pone. No debo poner mi confianza en lo que tengo, ni dar por sentado que lo tendré siempre, si esforzarme en guardar como si yo dependiera de ello.
Te doy gracias, Señor, porque mi salvación no dependió de mí, ni de lo que tenía o de lo que no tenía, que ni la riqueza, ni la pobreza fueran obstáculo o trampolín, sino tu gracia.
Te doy gracias también por como tú has obrado en mi vida cristiana y en mi fe, y en mi familia hasta el día de hoy. No me has dado riqueza, pero tampoco pobreza; y has querido que muchas veces viéramos tu mano proveedora en circunstancias difíciles.
Te pido que me ayudes a ser prudente con el dinero, a proveer lo necesario, a descansar en tus juicios y a ser generoso con otros.