Y toda aquella generación también fue reunida a sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel.
Con razón se dice que Dios, tu Señor, tiene hijos pero no tiene nietos, pues la fe no se puede heredar, no se puede transmitir en la sangre. En todo se puede enseñar y se puede orar para que la tengan.
La nueva generación que dice tu palabra que se levantó no te conocía en su corazón, ni de una forma práctica, ni emocional. Por supuesto que tenía información de ti, que le habrían contado las obras que habías hecho en el pasado y se leería tu palabra en multitud de ocasiones.
Señor, al mirar a mi alrededor me lleno de temor. Me preocupa esa nueva generación que se levanta y que, aunque nació entre padres cristianos y se educó en escuelas dominicales, no te conoce no te experimenta en su alma y parece marchar cada vez más lejos de ti.
Sí es verdad que la influencia del mundo con su seducción y atractivo es muy fuerte. Los amigos en sus entretenimientos y sueños vanos, las pasiones juveniles por quimeras efímeras, los nuevos dioses inventados… los arrastran fácilmente.
Por otro lado, también nosotros somos quizá culpables de dejadez, de falta de pasión por las cosas tuyas, por no tener suficiente interés por la herencia espiritual que dejaremos al marcharnos de este mundo.
Señor, haz algo, ayúdanos a hacer algo para no perder a nuestros hijos. Aviva a tu iglesia.