Y el cabello de su cabeza comenzó a crecer, después que fue rapado.
Me resulta esperanzador este versículo. Sería innecesario que el autor dijera que el cabello crece después de cortarlo, si no fuera que detrás de ello hay una historia espiritual muy aleccionadora para todos y para mí hoy.
Manoa y su mujer, de la que no se dice su nombre y que era estéril, reciben el bendito mensaje de que tendrán un hijo, el cual será dedicado a Dios como nazareo (13:5), es decir, no se le cortará el cabello y salvará a Israel de los filisteos. Todo fue planeado y decidido por ti Señor, como haces siempre.
Cuando este niño, Sansón, crece, sabe que es especial (13:24) ante Dios, y que su fuerza está en su cabello sin cortar (16:17) pero aun así su vida deja mucho que desear, yendo con mujeres rameras (16:1) y filisteas, y de juergas. Si no fuera que su nombre está entre los ejemplos de hombres de fe de Hebreos (Hb.11:32), tendría poco que enseñarnos.
Su corazón pecaminoso le lleva a caer en manos de la seductora Dalila y ella le lleva a reducir su alma a mortal angustia (v.16). Pobres de nosotros cuando alejamos nuestro corazón de Dios y dejamos que caiga en las manos de cualquiera.
Así queda su estado; sin cabello, sin fuerza, sin bendición, sin ojos, moliendo en la cárcel de sus enemigos ¡Dios no permitas que eso me pase a mí o a mis conocidos!
Pero, he aquí la misericordia de Dios, el pelo comienza a crecer, su fuerza vuelve, la bendición de Dios aparece. Siempre hay más gracia en Dios que pecado en nosotros.