1 SAMUEL 2 9 El guarda los pies de sus santos,
Mas los impíos perecen en tinieblas;
Porque nadie será fuerte por su propia fuerza.

La oración o cántico de Ana es preciosa de principio a fin y podría tomar en esta mañana cada una de sus frases para aplicarla en este día y meditar en ti, pero me quedo con ésta.

Parece que Ana era una mujer de oración (v.10-12) y tenía un marido que la amaba (v.5) y que era también temeroso de Dios, pero no podía tener hijos y su rival como esposa conseguía irritarla y enojarla (v.6), hasta llevarla a la amargura de alma (v.10).

Pero Dios por fin le concede un hijo, Samuel, y más tarde otros cinco (v.21). Ante la alegría y gratitud trae esta oración que me habla tanto de ti y tu obra en nosotros, en mí.

También yo me irrito y me enojo, por causa de otros, y también por mí mismo, incluso a veces sin causa alguna. Me frustra no saber, no poder hacer las cosas, no tener respuesta a demandas, me amarga ver mi pecado y el de otros, y no quiero que sea así. ¡Ah...!

Pero entonces, como ahora tu palabra me hace venir a ti y descansar en tu persona, en tus promesas.

Nadie es fuerte en su propia fuerza, podremos proponer, pero solo tú eres quien decide, nadie puede hacerte frente si tú no se lo permites.

Por ser tuyo, tú guardas mis pies, y aunque tropiece me haces levantar y seguir. Tengo la meta segura. ¡Gracias!

Te pido también que permitas a más impíos ver que sus pies se dirigen a las tinieblas, para que no perezcan.

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