Tú eres mi lámpara, oh Jehová; mi Dios alumbrará mis tinieblas.
Hermoso es todo el canto, salmo (Sal 18) o confesión de David. Podría hacer mía cada una de sus frases: Tú eres mi roca y mi fortaleza, escudo, refugio, libertador (v2), y así yo deseo confiar, invocarte, adorarte (v3); pero quiero quedarme en esta mañana con este versículo, con esta verdad. Yo estoy en tinieblas, pero tú, Señor, eres mi lámpara que me alumbra.
Sí, hay mucha oscuridad a mi alrededor. El mundo está confuso, perdido, ni puede ver, ni quiere ver su estado y su destino, porque si esto ya son tinieblas, ¿Cómo serán las tinieblas de afuera?
También mucha oposición abierta, un infierno negro luchando contra tu pueblo, la iglesia, contra tu palabra y contra tu nombre y honra.
Pero tengo que confesar que a veces lo que más me asusta es mi propio corazón, esas zonas oscuras que se dejan ver en ocasiones, como nubes que quieren ocultar la luz y me asustan y alertan.
Y entonces vienes tú, Padre mío, como lámpara, todo tú eres luz a lo largo de mi camino.
Me acerco a ti, medito en tu palabra y entonces veo y puedo distinguir y enfrentarme a mis negros enemigos, puedo llevar luz yo mismo en medio de las tinieblas de este mundo y sobre todo traer luz, esperanza a mi propio corazón.