Yo sigo el camino de todos en la tierra; esfuérzate, y sé hombre.
Tengo que leer una vez más todas las palabras que David dirige a su hijo Salomón (v2-9). Aparte de algunas instrucciones prácticas como rey (v5-9), todo se resume a su sumisión a la palabra de Dios de todo corazón y alma.
Pero este versículo me habla hoy de manera especial. Me recuerda que vine a este mundo para no quedarme, que todos, ricos o pobres, sabios o no, hemos tomado el mismo camino. Me gusta la idea de ver la vida como un camino, más que una casa o lugar concreto.
No he venido, no he nacido, para quedarme quieto sino para avanzar, para buscar mi lugar en el horizonte. Todos en la tierra tenemos el deber y la posibilidad de dirigirnos al horizonte. La muerte es solo otra etapa de la vida. Lo triste es que no todos alcanzarán el lugar ideal, glorioso, que está al otro lado.
¿Qué diría yo a los que dejo atrás del camino? Creo que lo mismo: esfuerzo y hombría.
Si se pone empeño, si se lucha contra la apatía y la dejadez, la pereza y la desgana en todas las áreas y sobre todo en la espiritual, se puede avanzar.
El verdadero sentido y valor de ser hombre, tiene lo necesario para animarme y retarme en mi vida. Ser hombre, varón, como dice tu palabra debería ser suficiente para mí hoy. Ayúdame Señor a agradarte como tal, mientras me dirijo a casa.