MARCOS 3 35Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.

No puedo pensar en esta mañana en mayor privilegio para mí que ser considerado por ti como parte de tu familia.

No podría enumerar los muchos beneficios que ha traído el evangelio a mi vida. Por ejemplo, me dio esperanza para una vida después de ésta, me dio una filosofía, una manera de pensar que me ayudó a resolver dilemas en mi mente, me libró de unas cadenas en mi juventud que cada vez se estrechaban más sobre mí, etc.

Pero lo que me desborda ahora de gozo es saber que un pecador como yo, tan lejos de ti, que tenía que ser considerado como enemigo, pueda ser considerado como parte de tu familia, y no porque un papel o algún teórico lo dijera, sino tus propios labios.

Puedo sentir esa mirada tuya, tan característica, penetrando en los presentes (v.34) y señalando a los discípulos, yo entre ellos, y diciendo “He aquí mi madre y mis hermanos”.

Señor, entiendo que este entrar en tu familia es condicional, que no se refiere a todo el mundo ni a cualquiera, sino al que hace tu voluntad y que esa voluntad es recibir tu palabra y dar fruto con ella (4:20).

Ayúdame en este día a sentir, hablar y actuar en este mundo como verdadero miembro de tu familia.

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