MARCOS 8 33Pero él, volviéndose y mirando a los discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.

Pedro merecía esas palabras de reprensión de parte tuya, por querer reconvenirte, evitar tu propósito en este mundo, en ese momento, sufrir y morir en la cruz por pecadores como yo.

Claro que yo intentaría reducir su culpa pensando que antes te había reconocido como el Cristo (v.29), por obra del Padre (Mt. 16:17) y que ahora hablaba engañado por Satanás, que quizá no había entendido por completo el plan de redención en el que estaban envueltos, pero no quita el problema de que pusiera por delante las cosas de los hombres y no las tuyas. Es, pecaminosamente, natural evitar el dolor, la vergüenza, pensar en lo que es mejor para uno mismo y no para la gloria de Dios, dejarse dominar por el temor a los hombres y no a Dios. ¿Quién era Pedro para decirte lo que era mejor, qué debías hacer y qué evitar?

Señor perdóname, no puedo evitar pensar e imaginar que las cosas podían haber sido de otra forma, pero ayúdame a volver siempre a tu palabra. La lógica humana en ocasiones toma el lugar de tu revelación y tengo que estar constantemente corrigiéndome, mis temores o mis gustos o mi comodidad dominan momentos o lugares de mi vida. Señor no lo permitas, ayúdame a que mi mirada esté en ti, en tus cosas siempre, porque tú no yerras y yo sí, muchas veces.

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