MARCOS 9 37El que reciba en mi nombre a un niño como éste, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió.

Debo entender, Señor, que lo que dices aquí en relación al niño tomado en tus brazos debo tomarlo figurativamente, pues en otros lugares haces referencia a tus discípulos o enviados (Mt.10:40) (Luc.10:16) (Jn.13:20), aunque ¿por qué no también a los niños?

¿Qué me quieres decir? ¿Predicar el evangelio a los niños, a los sencillos? ¿Ser yo como un niño, sencillo? ¿Hacer el evangelio sencillo?... ¿Cómo se hace? No es que el evangelio que me has dado sea difícil, sino que yo soy difícil, tiendo a complicarlo todo y me cuesta empatizar, ponerme al nivel del otro.

Pero no es solo recibirles, hablarles, sino hacerlo en tu nombre, por tu causa, para tu gloria y no la mía. ¡Hay tanto riesgo de caer en vanaglorias y arrogancias!

Además, Señor, tengo temor de la gente, del qué dirán, de que se confundan las intenciones con tanto abuso y denuncia ¿Estoy cayendo en demasiada prudencia?
Aún así vale la pena el riesgo, pues si recibir, obrar, llevar el evangelio de forma sencilla a los sencillos implica que estoy haciéndolo por ti, recibiéndote a ti mismo, la ganancia es mayor que la posible pérdida. Y además añades que recibirte es recibir al Padre y estar más cerca de él es lo máximo a lo que puede aspirar mi alma.

Ayúdame, Señor, a verte y servirte en ellos.

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