Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

Quiero, tengo que hacer mío hoy este versículo, no me importa si se lo dijiste principalmente a los once en ese momento, si es la comisión dada a la iglesia o si es la tarea de cada creyente.

Siento que este “id” me lo estás diciendo a mí, estás marcando una prioridad en mi vida como creyente, la manera en la que puedo darte gloria, la mejor forma para invertir mis dones y tiempo cada día. Siempre adelante, siempre avanzando, siempre yendo.

Ser heraldo de la buena noticia de salvación es la mejor cosa que podía haberme ocurrido, tras la salvación de mi propia alma y con el amor de mi esposa.

Puedo salir por la puerta de la calle y no encontrar barreras, el mundo se me presenta como el campo misionero, como mi gran parroquia, que decía J. Wesley. Cada persona es una oportunidad y un reto. Me da oportunidad de variar la fórmula, el modo, aunque no el mensaje. De ser atrevido y ser prudente a la vez.

Pero tengo que confesar Señor, que a menudo soy cobarde y vergonzoso y otras imprudente y necio. Llevar el mensaje a criaturas sordas en el alma y duros en el corazón no es fácil y la mayoría de las veces desalentador.

Te pido, Señor, que antes de ir yo a toda criatura, te adelantes tú, por medio de tu Espíritu, a algunos de ellos.