Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, e hicieron abominable maldad; No hay quien haga bien.
Cada vez se hace más patente esta realidad en esta generación.
En un principio estaba sorprendido de que también en la época de David hubiera gente que te negara, pues pensaba que el ateísmo, la negación de tu existencia, era algo moderno. Pero ahora entiendo que lo que tu siervo denuncia no es verbalización o proclamación vocal, sino el sentimiento interno. Había en aquel tiempo, como ahora, muchos que aunque te pronunciaban con sus labios, su corazón estaba lejos y vacío (Is.29:13) (Mt.15:8).
Pero esto entonces es mucho más grave y extendido, pues aunque aparenten creer en ti en realidad no lo hacen y te niegan. Y lo que es peor aún, engañan a otros y se pueden estar engañando a sí mismos.
La razón de ese sentimiento no es el conocimiento al que se ha llegado o a la posible ignorancia en la que se encuentren, sino la necedad, la voluntad de no querer saber o analizar las evidencias. El negarte con el corazón es una muestra más de la degradación a la que lleva el pecado.
Señor ten misericordia de ellos para que no te nieguen y de mí para que te proclame.