Tú, temible eres tú;
¿Y quién podrá estar en pie delante de ti cuando se encienda tu ira?
La gente tiene un pobre concepto de ti, Dios mío. Te imaginan débil, consentidor de todo o incluso indiferente, impotente ante el mal o sobornable bajo las palabras aduladoras.
Piensan que pueden seguir con sus pecados, su falta de amor y su violencia y que tú se lo seguirás consintiendo siempre.
Quieren creer que no importa las veces que te desprecien o ignoren, tú lo soportarás, pero la verdad es muy distinta, pues aun cuando tú eres grande en tu paciencia y misericordia (Ex.34:6) (Sal.103:8), tienen un límite.
¡Cuán terrible será caer en tus manos cuando estés airado! (Nah.1:6). Ahora y al final (Ap.6:17).
Señor, yo quiero hablar de tu amor, de tu salvación y tu Hijo, pero para ello también he de advertir de las consecuencias del pecado y de una vida dándote la espalda. Tienen que darse cuenta de que si hay grandes bendiciones bajo tus alas, también hay maldiciones si te enfurecen.
También yo tengo que aplicármelo a mí mismo. Que no olvide que aun cuando soy tu hijo y objeto de tu gracia, mi pecado te sigue ofendiendo.