Cuando yo decía: Mi pie resbala, Tu misericordia, oh Yahveh, me sustentaba.
Las experiencias buenas y malas se han entremezclado siempre en mi vida. La herida con la medicina, lo amargo con lo dulce, la tristeza y la alegría.
Tú, Padre, no siempre has evitado mis caídas, o impedido el daño en mi persona. Son muchas las cosas que me hacen resbalar, entre ellas mi torpeza y mis descuidos, el no fijarme bien en donde piso o donde me llevan mis pasos.
Pero tú siempre has estado allí y aun cuando algunas veces me has mirado con desagrado por mis actos y me has hablado con reprensión, siempre, y digo con fuerza siempre, me has sustentado con misericordia. Nunca dejaste que me lastimara de manera irreparable o que cayera de tal forma que no pudiera levantarme. Siempre me volviste a colocar en el camino y evitaste que me perdiera. Nunca mis enemigos fueron más fuertes que tú. Ante tanta debilidad mía, cuanta gracia tuya (2 Cor.12:9).
Susténtame también hoy con tu misericordia.