Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid a Yahveh con alegría; Venid ante su presencia con regocijo.
Quiero comenzar el día con este mismo deseo del salmo y te pido, Señor, que me ayudes.
No solo cantarte yo a ti, sino invitar al mundo entero a hacerlo. Si no cantarte de voz, al menos de corazón. Este salmo incluso, que ahora tarareo en silencio en mi torpe memoria.
Es verdad que en el mundo y a mi alrededor incluso, hay dolor e injusticia que no puedo ignorar, pero al dirigir mi atención a ti, viene sobre mí esperanza y calma. Tú, Dios mío, lo tienes todo bajo control, todo es y será para bien y para tu gloria. El futuro, el mañana no me crea temor o ansiedad, sino deseo de alabarte.
También quiero servirte, vivir el día de hoy para ti. ¿Qué quieres de mí? ¿Cuál es tu voluntad concreta para mi hoy? Ayúdame a aplicar tu palabra según sea mi claridad de ella y la oportunidad que surja.
Quiero, y para ello también te pido tu ayuda y presencia de tu Espíritu en mí, cantarte y servirte con alegría. No dejes que sea solo un deber rígido y frio, sino que mi regocijo sea espontáneo y apasionado, pues tú no mereces menos que esto.