Como el padre se compadece de los hijos, Se compadece Jehová de los que le temen.
Por ser tú quién eres, Dios mío, sé que siempre eres justo en lo que haces, en lo que das y en lo que quitas, que eres lento para la ira (v.8; 45:8) y nunca será desproporcionada (v.10).
Sé también que yo soy pecador y mis pecados no pueden ser escondidos, disimulados o excusados. Por eso, qué alivio es para mí poder estar delante de ti en esta mañana y llamarte Padre, no porque yo quiera llamarte así vanamente, sino porque creo a tu palabra y confío en la obra de tu Hijo (Jn.1:12). Estar en tu Hijo me hace ser tu hijo, y entonces tú actuarás conmigo como un padre con su hijo, con compasión, con amor desinteresado.
No dejes que mi temor a ti se dañe o disminuya, al contrario, que se fortalezca y crezca, por cuanto más te honre y ensalce, cuanto más respeto dé a tu nombre y confianza y obediencia a tu palabra, más sentiré tu presencia como padre compasivo.
Ayúdame hoy a luchar más contra el pecado, a vencer la tentación del maligno y la provocación de este mundo, pero si caigo no me trates según mis iniquidades, sino según tu corazón compasivo de padre (Hb.12:5-11).