Porque Yahveh al que ama castiga, Como el padre al hijo a quien quiere.
Pocas veces en mi vida he sentido tu castigo sobre mí, Padre, y sé que esto no es porque yo no lo mereciera, sino porque tú eres paciente y misericordioso conmigo en todo momento. Y las veces que tuviste que hacerlo, lo hiciste de tal forma, que ahora lo recuerdo más como una prueba que me fortalecía, me templaba y me hacía mejor. Tus castigos eran por amor y con amor.
Me amas, me has dado pruebas de ello, y me amas tanto y de tal forma, que estoy convencido que cuando me produces dolor, aunque no lo entienda en su momento, entiendo que es por mi bien.
Yo, como padre sujetaba tan fuerte a mis hijas para que no cayeran, que les producía daño, les advertía tan fuerte y dramáticamente de los peligros que les acechaban, que les causaba lágrimas y aunque imperfecto sí, era por amor.
Porque tú eres Dios, tu amor es perfecto y, por tanto, lo que ese amor produce, castigo, también, lo será.
Padre, ayúdame a obrar de tal forma que no traiga sobre mí tu disciplina.
Padre, ayúdame a amarte más, y a amarte tanto, que ame todo, todo que de ti venga.