El mal mensajero acarrea desgracia; mas el mensajero fiel acarrea salud.
Esta mañana me veo como mensajero tuyo, Señor, todo creyente lo es por ser testigo de lo que has dicho y lo que has hecho (Mr.5:19-20) (Luc.24:46-47).
Tengo una gran noticia, el mejor mensaje que pueda tener y por tanto el deber de proclamarlo, de decírselo a todo aquel que quiera escucharlo.
Es el mejor porque viene de ti, Dios mío, porque ofreces el remedio para el pecado y la culpa, que es la enfermedad mortal del alma; y es el mejor porque es gratuito para el que lo acepte, aunque a ti te costó muchísimo. Que Cristo, tu Hijo, vino al mundo a pagar por aquellos que no podían.
Gracias por hacerme, a mí, receptor y mensajero para esta generación que me rodea.
Mi petición en esta mañana es que me hagas fiel a él, que es ser fiel a ti. Que no me aparte ni una coma de tu voz, que es tu palabra rebelada, que no le añada, ni le quite.
Sería terrible que por mi dejadez o infidelidad trajere daño al alma de otros, que les ofreciera una confianza falsa o no les mostrara con toda firmeza la necesidad urgente que tienen de tu remedio, de tu Hijo.
Qué bendición será que yo, a pesar de ser torpe mensajero, pueda traer salud al alma de otros.