Con misericordia y verdad se corrige el pecado, Y con el temor de Jehová los hombres se apartan del mal.

¡Cómo me identifico con estas palabras tuyas! Fue así como trataste conmigo en un principio y es así como lo sigues haciendo hoy.

No es que seas indiferente o pases por alto mi pecado, pero tampoco dejas caer toda tu justa ira sobre mí. Me hablas con afecto, me haces razonar con tu palabra. Tu corrección me amarga como una medicina, pero me cura.

Además de eso, me has dado una relación contigo tremendamente especial y efectiva. Te has dignado a bajar hasta mi nivel humano para tratar conmigo, sin perder tu majestad y dignidad, a la que yo me debo.

Ahora Señor, debo aprender a actuar con otros de la misma forma y actitud.

Debo afrontar el pecado con severidad y firmeza, esta es la parte más fácil, pero debo de hacerlo con misericordia hacia el pecador y fidelidad a tu palabra. Esto es más difícil, pues al tratar con pecadores como yo, puedo caer en la tentación de ser exigente con otros en lo que yo soy fuerte y ser permisivo en lo mismo que yo soy débil.

Señor, ayúdame en esto y también ayúdame a trasmitir y contagiar el temor a ti, para ser más independientes de los hombres y más dependientes de ti.