El que justifica al impío, y el que condena al justo, Ambos son igualmente abominación a Jehová.
Me sorprenden estas palabras, Señor, pues tú pareces actuar contrario a ellas.
Dices que tú aborreces al que justifica al impío y al que condena al justo y esto es lógico y natural, sobre todo en esta época donde tan claramente se ve que a lo bueno llaman malo y a lo malo bueno (Is.5:20), que persiguen al justo por sus justicias y ensalzan al malo por sus maldades.
Todo esto va en contra de tu naturaleza santa y es, por tanto, lógico que no quedes indiferente.
Pero luego vas, y como dice tu palabra en tantos lugares, justificas al impío (Rom.4:5; 5:6) y llamas y sanas al pecador (Mt.9:12-13).
Es verdad, lo sé, que no niegas tu palabra ni actúas en contra de tu propia ley y, por eso, provees del rescate y la paga en tu propio Hijo (Rom.4:25) (2 Cor.5:21).
Tú, y solamente tú, pudiste obrar de esta forma, yo no puedo, no puedo proveer para justificar a nadie, pero sí puedo, por tu gracia, actuar por justicia, demandarla en otros, saber lo que es bueno y malo delante de tus ojos y actuar en consecuencia.
Ahora que he experimentado tu gracia, ayúdame a ser justo.