El ánimo del hombre soportará su enfermedad;
Mas ¿quién soportará al ánimo angustiado?
Debo y quiero tomarme estas palabras como una medicina, un remedio eficaz para el tiempo de necesidad, pues eres tú, Señor y médico de mi alma, el que lo dice.
Tarde o temprano llega la enfermedad, quizá con gran virulencia o puede que de una forma suave y lenta, pues no hay lugar en tu palabra o en la experiencia de cada uno que nos diga que podemos evitarla; pero no nos dejas solos y nos enseñas también a afrontarla.
Quiero pedirte en esta mañana que obres, trabajes en mi ánimo, en mi alma, de tal forma que hagas de ella la armadura del cuerpo, su timón o el motor que tire de él. No puedo evitar que este cuerpo mío envejezca o se debilite, pero sí que mi ánimo no muestre debilidad o dudas.
Me entristece mucho ver a otros que tienen cuerpos fuertes y ánimo pobre, y aún otros que están enfermos de ambas cosas.
Tu palabra, la comunión contigo y con tu pueblo, la oración y meditación, es decir el ejercicio espiritual y diario del alma será vital para mí.
Ayúdame a no abandonar mi cuerpo, pero sobre todo a no hacerlo con mi ánimo, lléname de fe.