La insensatez del hombre tuerce su camino, Y luego contra Jehová se irrita su corazón.
Con qué facilidad tendemos a echarte a ti la cumpla de todo lo que nos pasa, incluso nosotros tus hijos, y eso que sabemos de tu tierno cuidado (Mt. 5:26-32). Tengo que tener cuidado de no tener yo esa inclinación.
Sé que tú eres soberano sobre todo lo que es y de lo que pasa, no hay cosa que pueda ocurrir sin tu permiso, pero también sé que yo soy responsable de mis actos, que peco y me equivoco muchas veces, y que tú me has advertido de sus consecuencias.
Señor, hazme consciente de mi insensatez, de mis errores, ayúdame a no equivocarme a no torcer mi camino de la senda que tu palabra me ha establecido. Me resulta muy fácil cerrar mis ojos a tu palabra y avanzar por intuición, confundiéndola con la fe, cuando la fe nunca fue ciega, sino que se alumbra y deja guiar por tu palabra.
Pero si al final me equivoco y pierdo el camino, como me ha ocurrido algunas veces, no permitas que mi corazón se irrite, que no te eche a ti la culpa de por qué hiciste o permitiste que eso ocurriera.
Al contrario, quiero venir a ti a confesarte mi error y culpa, a pedirte ayuda; quiero que me enseñes a aprender de mis errores, a hacerme responsable de ellos y a darte gracias de que a pesar de todo no me sueltas de tu mano.