El rico y el pobre se encuentran; A ambos los hizo Jehová.
En esta mañana me despiertas con un principio muy básico pero a la vez fácil de olvidar o ignorar.
Sé que eres soberano, Señor, de todo lo que es. No hay nada que no sea obra de tu mano, por lo que no debería haberme extrañado al leer hoy que tú haces al rico y al pobre, que eres tú el que da o quita, el que ofrece o impide.
Es fácil aceptar que tú me des abundancia, que me des comodidad e impidas escasez, pero no puedo esconder delante de ti el temor a que me des pobreza y dificultad. Tú mismo dijiste que siempre tendríamos pobres entre nosotros (Mt. 24:11) pero cuesta pensar que alguno de ellos sea yo.
Tú has hecho al rico y al pobre con un propósito, cada uno de ellos está para darte gloria, aun cuando algunas veces no lo entendamos y por tanto debo aceptar lo que me des y usarlo para ti.
Tú pones al rico y al pobre juntos; es decir, que las mismas circunstancias pueden beneficiar a uno y perjudicar a otro, que no dependen de sus cualidades o habilidades, o de su buena o mala suerte. Nos recuerdas que podemos estar juntos incluso en la misma iglesia y que, por tanto, yo no puedo abusar de la riqueza del rico, ni despreciar al pobre, hacerlo sería despreciarte a ti; sino que es la oportunidad de guiar a uno y ayudar al otro.