Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
Tiempo, tiempo. Todo parece que es cuestión de tiempo. Me has dado eternidad en el corazón (v.11) y eso, que tiene sus beneficios, me engaña al hacerme pensar que esta vida aquí será mía por siempre, que no tendrá fin y que puedo dedicar todo o mucho tiempo a asuntos que no podré acabar o abarcar. Me hace confundir mis prioridades y dedicar más tiempo a cosas que no son esenciales o importantes y marginar lo que sí requería mi esfuerzo y tiempo.
Todo tiene su tiempo, claro, y hay momentos para la risa y el llanto, para el trabajo y para el descanso, tiempo para otros y para mí, etc. Pero necesito que me ayudes en esta mañana a conocer mis necesidades y prioridades, a no consumir ese tiempo limitado de horas en cosas que nada aprovechan y eliminar la pereza y las escusas que minan mi dedicación a lo verdaderamente importante.
¿Por qué me cuesta tanto dedicarte más tiempo, Señor? ¿Por qué, sabiendo el beneficio y la paz que me da la oración no lo hago más? Tengo que dedicar más tiempo a amar a otros y a llorar con ellos, o a reír, y no centrarme en mí mismo y en mis insignificantes dolores.