Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.
Que esperanzadoras son esas últimas palabras. Te doy gracias, Padre, porque me ayudas a entenderlas con otras partes de tu palabra; que no es por descendencia física o por raza que se alcanza la salvación (Rom.4:13,16; 9:7-8), sino por ser hijos de la promesa (Col.4: 28), de la fe de Abraham.
Pero no solamente es que el evangelio pasó a los gentiles, a pecadores como yo, sino que no es por méritos, ritos o cosa alguna que yo u otros quisiéramos o pudiéramos hacer, sino por tu voluntad (Rom.9: 16) y gracia. Tú puedes levantar hijos, creyentes, aun de las piedras.
No hay lugar difícil, no hay corazón lo suficientemente duro para resistirte. Estas palabras tuyas me dan esperanza y ánimo, pues hay ocasiones que pienso si vale la pena seguir tratando con la gente a mi alrededor. Perdóname Señor por mi jactancia, por pensar que dependía de mí, de olvidar que en otro tiempo yo también fui piedra.
Ayúdame a venir a interceder por ellos ante ti, ayúdame a traerte tantas piedras como sea posible, para que tú por tu gracia las conviertas en hijos.