Respondiendo Jesús, le dijo: dicho está: No tentarás al Señor tu Dios.
Esos cuarenta días de la tentación de tu Hijo (4:1-13) debieron de ser terribles, y no debieron de ser los únicos que experimentó a lo largo de su vida como siervo sufriente. Todo esto también fue parte de mi redención, lo experimentó para salvarme y poder decir que fue tentado en todo, como yo, pero sin pecado (Heb.4:15). Alabo y doy gracias a tu Hijo por esto, por permitirlo y por salir victorioso.
Atrae también mi atención el que Satanás utilice para su tentación la Escritura y que tu Hijo le responda también con ella. Utilizando la misma espada como arma, Él sale victorioso. Las escrituras en boca de un mal intencionado pueden ser dañinas. ¡Cuántas herejías han aparecido abusando de la riqueza de ellas! Pero incluso en esa batalla tu Hijo puede mostrar que él es el pan de vida (v.4), que él merece adoración (v.8), porque solo él es Dios, a quien no se debe tentar (v12). No me queda duda que tú lo usas y llevas todo para tu/su gloria.
Ayúdame a pensar a lo largo de todo este día en la grandeza de aquel a quién sirvo, no puedo tener mejor Señor, en regocijarme en todas sus victorias y tener yo también tu palabra como arma de ataque contra el enemigo, de defensa en mis propias luchas y de conquista para convencer a otros.