Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.
No me sorprende la reacción de Pedro al ver como por la palabra de Jesús sus redes se llenaron de peces. No fue la naturaleza, no fue su esfuerzo y la experiencia de todos ellos, sino la sola palabra de su Señor la que llenó sus redes.
Pedro obedece a su Palabra, aunque parece que guarda algunas dudas. Aun cuando ya ha sido testigo de señales milagrosas, todavía quiere descansar en su raciocinio, en su experiencia, pero al final obedece.
Después de ver y experimentar el milagro pierde todas sus fuerzas y cae de rodillas. No es que él se incline voluntariamente en adoración, sino que una fuerza mayor a su raciocinio le vence, o quizá es su propia fe fortalecida por lo que ha visto, la que le vence y le hace caer ante Jesús.
Además, esto le llena de temor (v.9), pero de ese temor bíblico de descubrir que está delante de un Dios santo, siendo él pecador (Is.6:5).
Esto también me pasa a mí Señor, que hay veces que te obedezco porque tú lo dices, pero que yo no estoy convencido. Que a veces hay una lucha entre mi fe y mi razón, aunque siempre eres tú el que vences. Y siempre me pasa, que al ver y sentir más tu gloria, yo me siento más indigno y pecador. Pero esto es bueno.
Señor vénceme con más muestras de tu gloria.